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Revista
Acta Académica


Universidad Autónoma de Centro América 

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Capítulo VII

Una cronología de la cristiandad[*]

La Contrarreforma

Del Concilio de Trento (1563) a la Paz de Westfalia (1648)

Alberto Di Mare

ANTECEDENTES Y SIGNIFICACIÓN DE LA CONTRARREFORMA [<>] [\/] [/\]

      La Iglesia Católica comenzó la reforma religiosa, antes que la misma Reformación, pero no logró ponerla en obra, sino que se convirtió en Contra-Reforma. Ese apelativo en gran medida hace justicia a los hechos, pues la Iglesia romana en lugar de reformarse, más pensó en combatir a las iglesias protestantes, a la Reforma o Reformación, que en hacer renacer el espíritu cristiano; pero así como lleva razón, también se equivoca, porque la reforma eclesiástica lograda a partir del Concilio de Trento es impresionante y ciertamente más profunda que la protestante, aunque, tanto como la protestante, se equivocó en lo principal y se quedó en lo accesorio: como tantas otras veces en la historia de la cristiandad se olvidó que el combate contra el mundo, es para salvar al mundo, no para vencerlo.

      La significación de la Contrarreforma estará dada por el Concilio de Trento, que condicionaría la vida cristiana romana por cuatro centurias, a tal punto radical que demuestran que en la Iglesia tradicional había, subyacía, un espíritu de reforma pujante y fecundo, de otra manera, habría sido un concilio más, a lo sumo más minucioso y erudito; pero no, la vida de la Iglesia tradicional, del catolicismo, se renovó, tanto en el clero como en el pueblo y el cristianismo floreció como quizás en ninguna época anterior. Los movimientos de clérigos regulares, por ejemplo, y en especial los jesuitas, dan muestra de una religiosidad renovada y que aparta de ella muchas de las adherencias monásticas y de las órdenes mendicantes, para injertarse más profundamente en la vida del pueblo y vivir el cristianismo con el pueblo; de donde se difundirá el hábito de la oración cotidiana, no ritualística sino reflexiva, contemplativa, con énfasis en la meditación, el examen de conciencia, la participación en la liturgia y las manifiestación concretas de obras pías para con los débiles, los enfermos, los abandonados. Ciertamente la interiorización de la vida espiritual del pueblo minuto no será tan profunda como entre los protestantes, ni el hábito de lectura, y la consiguiente alfabetización, cundirán como entre ellos (por ejemplo, Calvino instituye la enseñanza primaria universal y obligatoria en Ginebra); pero los pasos dados por la Iglesia católica son inmensos y meritorios, considerada la situación de que partía: también los católicos, muchos de ellos y casi toda la clerecía, alcanzó una intimidad con la sagrado, que anteriormente se había dado solo en casos excepcionales. Pero, con todo, se abandonaba lo principal.

      De lo que más necesitaba la cristiandad europea era de tolerancia, el no separar y excomulgar al disidente, el definir cuanto menos fuera posible a fin de que encontraran cabida en la casa del Padre la multitud de los hombres, y no solo poquísimos elegidos. Este era el programa erasmiano, y también el del Emperador Carlos V quien, impulsado por el interés de evitar la escisión de los pueblos alemanes una y otra vez urgió a Roma que llevara a cabo, cuanto antes, una reforma de las costumbres, lograda la cual, el Emperador estaba seguro, cesaría la presión de los disidentes, que volverían al redil y abandonarían sus desvaríos doctrinarios. Estas voces, las de los teólogos y los políticos, fueron desoídas por Roma, que se hallaba (aún se halla) en una tessitura maniquea y, en lugar de procurar definir lo menos posible, se empeñaba en definir hasta el exceso, convencida de que la ley suprema de la religión es la verdad, no el amor. Cristo, es evidente, ha dicho Yo soy la verdad, pero no es tan claro que esto implique la verdad es Yo. La escolástica medioeval lo entendió de esta última forma, por lo que la religión, y por ende Cristo, pasó a comprometerse con la ciencia, la técnica y la filosofía. Por ejemplo, en lo que se refiere a la teoría de la Eucaristía la Iglesia católica insistió (e insiste aún) en la llamada teoría de la transubstanciación, que el pan muda de esencia, que pasa a ser la del cuerpo de Cristo, pero no de accidentes; para entender y aceptar esto hay que entender y aceptar la metafísica aristotélica, tal y como la modificaron los escolásticos. ¿Por qué deberá un cristiano perder la comunión con sus hermanos, si es que fuese de la escuela de Platón, en vez de la aristotélica? ¿Por qué habría de hacer guerra a un luterano, que creyese en la doctrina del empanamiento del cuerpo de Cristo, subsistiendo ambas esencias en la hostia consagrada? ¿Por qué diferencias filosóficas o intelectuales han de llevar a la condenación eterna?

      Los fundamentos de estos absurdos contra la tolerancia, los podemos entender o entrever analizando las vicisitudes de las sectas socialistas en nuestro siglo y el pasado: por un lado el socialismo científico, que todo lo define y predispone, y por otro los despreciados socialismos utópicos, que son solo inmensa apertura del sentimiento para alcanzar la igualdad. En trampa similar cayó el cristianismo.

      Las iglesias protestantes hicieron, al menos teóricamente, todo cuanto fué posible para simplificar la religión, para librarla de las adherencias y excrecencias recogidas del mundo y la cultura, y esto lo llevaaron a cabo mediante uno de sus principios fundamentales, el de que Dios no se nos revela sino en lo que concierne a nuestra salvación (cfr. Chaunu, "The Fate of Reformation" en The Reformation, p.283). Pero la Iglesia católica, al arribar a Trento, se tocó y se sintió cristianismo científico y los descarriados protestantes fueron condenados como cristianismo utópico, la verdad fue elevada a valor supremo de la religión, con lo que ella quedó encadenada a la metodología, la teología de corte filosófico, y no a la visión mística: este garrote cientifista, filosofante, teologizante, haría que la tolerancia no encontrara lugar en el seno de la cristiandad latina, que sería dividida abismalmente, por la verdad, en los cuatro siglos siguientes.

      Pero no solo en lo doctrinal perdió la Iglesia católica la oportunidad histórica, también en lo organizativo: aquí fue devorada por la tentación del absolutismo, que era la ley imperante en el siglo y que ella acogió con magnanimidad, aunque le devorara las entrañas; el gobierno eclesiástico católico abjuraría en la práctica de todas las tendencias conciliares y se cimentaría sobre una autocracia inflexible, el Papa como monarca absoluto. Tan así que después de Trento habrán de pasar cuatro siglos para que sea convocado otro concilio, el cual se reúne, en realidad de verdades, porque el autócrata desea vigorizar más sus privilegios, declarando su infalibilidad, lo que no se atreve a hacer sin el respaldo conciliar ecuménico (Concilio Vaticano I, 1869-70).

      La Providencia o la historia, pondrán coto a este rumbo descarriado por mano de Giuseppe Garibaldi, quien, al invadir los Estados Pontificios, pone fin al Concilio Vaticano I, estrangulando el enrumbamiento absolutista de la Iglesia católica, pues, al perder el Pontífice sus prerrogativas de monarca absoluto, retomará fuerza el ideal abandonado en Trento, la unidad con los cristianos, y el gobierno con los obispos, el conciliarismo, que florecerán en el Concilio Vaticano II (1962-5).

LA REFORMA CATÓLICA SE TRANSFORMA EN COMBATE A LA HEREJÍA [<>] [\/] [/\]

      La coyuntura religiosa jugó al catolicismo una jugarreta dolorosa, que desvió su reforma y la convirtió, de fuerza para la profundización religiosa, en un movimiento de reacción frente a la Reforma protestante. El mismo hecho del éxito de la Reforma evangélica (luterana y calvinista, principalmente), hizo que la Iglesia de Roma, en lugar de continuar la transformación de su religiosidad que con tanto empuje estaba llevando a cabo, se pusiera a la defensiva y, por no caer en errores, más se preocupara de combatir el error que de alcanzar la plenitud de la vida cristiana, objetivo que desaparecería de su horizonte vital, para reaparecer, si acaso lo ha hecho, en nuestros días con el movimiento conciliar del Vaticano II (1962-5).

      Es conveniente, pues, considerar con mayor detalle qué había realizado el protestantismo del 1536 al 1563, la época de preparación y celebración del Concilio de Trento, que en fin de cuentas oponerse a esto fue el principal móvil de la reforma católica (la Contrarreforma), desviada, repito, a acabar con el error, en lugar de lograr su renovación interior, para vivir plenamente el mensaje cristiano.

      El protestantismo fue un renacimiento de la religión, pero incapaz de convertir a la mayoría de la cristiandad hubo de recurrir a la violencia: la mayoría de la población permaneció, y continúa hasta nuestra época, en la Iglesia católica (inicialmente cerca del 50% de Europa fue protestante, pero muchoss países volvieron al catolicismo; a la postre cerca del 20% de Europa permanecería protestante), esta falta de atractivo de la Reforma, se debió a que, desde sus inicios, estuvo plagada por divisiones y luchas intestinas, sin que el hombre del Renacimiento pudiera conciliar las diversas facciones, pues la tolerancia a la diversidad de interpretaciones religiosas le era ajena. La Reforma, que se dio especialmente en Alemania, significó en primer lugar una separación de la romanidad, debida a que el catolicismo, en Alemania, era sinónimo de explotación económica, política y social por Roma: Alemania (desmembrada en más de 300 regiones autónomas), era, después de los estados pontificios, la región más explotada por esa multinacional foránea, la curia pontificia, que estaba por encima de la constitución nacional, que desconocía el fuero de cada país y que comandaba mediante clérigos, que legislaban e imponían impuestos, de los que estaban exentos, que legislaban y juzgaban conforme a sus leyes y en sus cortes, con desprecio de las del país; que si no eran obedecidos imponían penas eclesiásticas y excomulgaban y ponían en entredicho a quienes no las obedecían. La legislación eclesiástica imponía fiestas de guardar (casi un tercio del año), épocas de ayunos, de abstinencia (de huevos, manteca, mantequilla, carne, trato carnal, etc., salvo dispensa eclesiástica); por doquier había riquísimos monasterios e iglesias que costaba un ojo de la cara mantener (con la Reforma, la clerecía se redujo hasta en dos tercios y los días festivos a menos de la mitad), todo dentro de un clima de corrupción: tráfico de beneficios religiosos, simonía, venta de indulgencias, subarriendo de prebendas, sinecuras, vendidas incluso a futuro; reserva de crímenes y excomuniones a la Santa Sede, excomuniones políticas, burocracia eclesiástica costosísima, exceso de clérigos y monjas (del 6% al 10% de la población total); la Reforma fue tanto un movimiento religioso como político, para conservar la independencia respecto del internacionalismo católico, visto como a provecho exclusivo de Roma; por ello combatir la romanidad fue esencial y la adversaron principalmente las ciudades imperiales libres de Alemania y Suiza. Se estaba en la época del nacimiento de las nacionalidades europeas y Roma era vista como su enemigo natural.

      Estos movimientos nacionalistas no fueron, para nada, igualitarios, ni revolucionarios, en lo político, todo lo contrario, fueron extremadamente conservadores y partidarios, lo mismo que la Reforma y la Contrarreforma, del absolutismo. En el caso de la Iglesia católica, su inclinación hacia el absolutismo era ancestral: política seguida por la Iglesia desde que fue elevada a religión oficial del Imperio, por Constantino. Pero no acierta uno a explicarse cómo resultó lo mismo con los reformadores, pues el absolutismo se nos hace incompatible con los principios de libre examen y el consiguiente individualismo: más fuerte que esa repugnancia natural resultó ser el espíritu de la época, favorable al absolutismo, en razón de que toda otra solución se consideraba conducente a la anarquía; así que, en lo político, continuidad y orden fueron los objetivos, tanto de católicos como de protestantes.

      Inicialmente el movimiento reformista fue libérrimo, pero pronto se levantaron las más diversas facciones y la Reforma se vió aprisionada por la historia, obligada a definir cada vez más cosas, tanto como el catolicismo, para evitar una libertad liberticida: para superar el problema acabó defendiendo, aunque condicionadamente, la tiranía.

      Ya en 1530 la disciplina espiritual (Zucht und Ordnung) fue más importante en la agenda reformista que la igualdad espiritual de todos los hombres, Lutero mismo estaba sorprendido del libertinaje en que estaba cayendo la Reforma; para detener este desarrollo defendió el derecho del gobierno secular a obligar a los ciudadanos a una conducta moral y religiosa adecuada (dieta de Augsburgo), y aunque los reformistas primero intentaron lograrlo por la convicción personal, como no diera frutos, pasaron a la imposición social. Los católicos, visto el libertinaje protestante, consideraron al movimiento reformista como anárquico y oponerse a él obligación tanto religiosa como política.

      En los países protestante las autoridades civiles se conviertieron en autoridades religiosas, consideradas como "obispos emergentes" (Notbischöfe) según Lutero, pues, como cristianos, pertenecían, igual que los demás cristianos, al orden sacerdotal. Se afirmaba así una separación de lo civil y lo religioso, que se unían, no obstante estar separados, en las personas que actuaban. Esto equivalía, en nuestro lenguaje de hoy, a declarar la religión de "interés público", como lo expresó adecuadamente Elizabeth, duquesa de Brunswick, en 1542:

Siempre ha sido prerrogativa del magistrado mantener la Palabra de Dios y los verdaderos servicios divinos, y proteger el bien común[1].

      En consecuencia la libérrima Reforma, desde el punto de vista religioso, acabó siendo asunto del magistrado civil, con la asesoría de clérigos, es verdad, pero, no obstante, como asunto puramente civil. Fue el poder civil el que dictó el paso a que debía avanzarse, para evitar tanto la anarquía desde abajo, como la teocracia desde arriba. Culminó así la evolución absolutista iniciada desde el siglo XIV. Esta preminencia de lo político, del statu quo, hizo que en lo relativo a los diezmos, la usura y la libertad campesina, los protestantes acabaran, para no obstaculizar los intereses civiles, decretando que la libertad cristiana era asunto puramente espiritual, y que las cargas tradicionales y la servidumbre ancestral no debía discutirse, que no se estaba luchando, como la inmensa muchedumbre de la población planteaba, por rebelarse contra el orden establecido: por ello la guerra campesina, originalmente protestante, acabó en una profunda decepción y en el regreso de estos rebeldes a la Iglesia católica, desilusionados con la revolucón protestante.

      La Reforma, especialmente la luterana, ha sido por todo esto acusada de quietismo (fatalismo) y de componenda con los poderes de este mundo: Lutero, en 1526, pidió el auxilio del poder civil para implementar la reforma, cambiando de rumbo en sus actitudes políticas, por el horror que causó a su espíritu la revolución campesina en Alemania del Sur, a la que apoyó en 1523 y exacró en 1525: esta rebelión hizo que Lutero cambiara enteramente de opinión y apoyará al poder constituido, pero, con exceso de reacción, lo apoyó no solo en lo político sino también en religioso; quizás la consecuencia de esto fue que la libertad política en Alemania perdió toda oportunidad en los siglos siguientes, oportunidad que recobrará solo después de la II Guerra Mundial. La Reforma puso como único obstáculo al arbitrio de los magistrados sus propias conciencias, sus responsabilidades frente a Dios, no la soberanía del pueblo.

      Con todo, es injusto criticar tan duramente a la Reforma, especialmente a Lutero, pues no era su intención tal degradación de la nación alemana, como lo muestra que en 1523 ya había proclamado limitaciones fundamentales al poder civil, lo que contenía la autoridad política dentro de límites razonables; en efecto, en ese año dio su opinión sobre lo que los jerarcas NO podían hacer, limitando así las posibilidades de tiranía; en su tratado sobre "La Autoridad Temporal", afirmó:

El poder temporal del gobierno no tiene jurisdicción más allá de lo que se refiere a la vida y la propiedad, y a los negocios externos de la tierra, pues Dios no puede y no permitirá a nadie, más que a si mismo, gobernar sobre el alma o guiarla... Si, entonces, tu príncipe.... te ordena.... deshacerte de algunos libros, debes responder.... "Gracioso señor, te debo obediencia en lo que a mi cuerpo y mi propiedad; ordéname dentro de los límites de tu autoridad sobre la tiera, y yo obedeceré. Pero si me ordenas alguna creencia o deshacerme de algunos libros, no obedeceré; porque entonces eres un tirano... no tienes ni el derecho ni la autoridad para hacer tal cosa"[2].

      A pesar de estas precisaciones Lutero estuvo, por su temor a la anarquía, siempre de lado del orden establecido, como bien lo señala Ozment, p. 141:

Ya desde 1522, Lutero se declaró "siempre al lado de aquellos contra los que la insurrección se dirige, sin importar cuán justa sea la causa, y opuesto a quienes se levantan en revuelta, sin importar cuán justa su causa[3].

      La razón de este conservatismo extremo se encuentra en que Lutero no aceptaba que pudiese sobrevivir ninguna sociedad sin reglas debidamente promulgadoas y obedecidas, pues, como todos los políticos de su época, no concebía la existencia de un orden social espontáneo. Doctrina que no tendría partidarios sino hasta el siglo XVIII.

      Si nos apartamos del tema político y pasamos a la revolución religiosa, constataremos que en lo que realmente fue revolucionaria la Reforma, fue en lo relativo al celibato, sobre el cual tuvo una visión enteramente contraria a la tradición milenaria del cristianismo; en lo demás la Reforma fue, casi sin excepción, una vuelta al cristianismo primitivo, pero en esto no. Y fue en esto del celibato en donde mayor éxito tuvo. Con el ataque de los protestantes al celibato, logró gran aceptación entre los clérigos de la época: los monjes y monjas abandonaron a raudales el celibato y se adhirieron a la nueva religiosidad. En lo relativo a la normativa matrimonial, también los protestantes rechazaron todo lo que Roma había establecido para regularlo, y aceptaron solo los impedimentos establecidos en el Antiguo Testamento (Levítico, 18, 6-18), y, además, el divorcio fue causa de anulación del matrimonio anterior, no mera separación de lecho y mesa como hasta entonces, con el derecho a contraer nuevos esponsales (aunque Lutero, poco propenso a conceder divorcios, salvo caso extremo, preferió la bigamia secreta, al menos para los casos de impotencia, y mediante procedimientos semejantes a los aceptados en el Antiguo Testamento para el levirato). La mujer fue liberada del claustro, según algunos para caer en la servidumbre doméstica (el Kirche, Kinder, Kuche,- Iglesia, Niños, Cocina- con que el III Reich estigmatizó la vocación femenina), esto quizás fue una de las tragedias concomitantes con la Reforma, que abolió el único respiro a la sujeción femenina[4], la vida conventual, donde gozaba de independencia e iniciativa para dedicarse a la asistencia social, a la vida intelectual y a la contemplación religiosa. Esta vía de escape de la sujeción familiar quedó abolida en los países protestantes, por el incomprensible y acristiano odio de la Reforma al celibato. Sin embargo, de positivo se tuvo el que el hogar se transformó en iglesia y el paterfamilias en "obispo", con obligación de instruir y educar a toda la familia, inclusive la servidumbre, en la doctrina evangélica.

      En lo que hace al culto, este fue simplificado sustancialmente, y las iglesias privadas de todos sus adornos e imaginería, la misma música sagrada fue simplificada, así como los ritos; se dio énfasis casi exclusivamente a la predicación y los servicios religiosos fueron casi exclusivamente reducidos a la homilía, vinieron a menos las misas (el culto eucarístico se practicó cuando mucho cuatro veces al año), las misas de rogativas, las procesiones, la confesión, el culto al santísimo sacramento, los rosarios, etc., etc. En fin, la religión protestante fue simplificada y se le quitaron muchas "adherencias", fue más sombría, menos barroca; el catolicismo, ¿por reacción?, siguió el camino contrario, o quizás porque ese era el espíritu espontáneo de los fieles. Los clérigos, en los países protestantes, perdieron, en lo civil, sus privilegios, sus ingresos y sus rentas, y pasaron a ser a ser empleados públicos, la distinción entre laico y clérigo desapareció, como desapareció el poder de los clérigos para establecer prácticas obligatorias arbitrarias (ayunos, abstinencias, excomuniones, adoración de reliquias, etc.), y exonerar de ellas mediante compensación. Esta revolución fue posible porque los laicos en la edad del Renacimiento estaban mejor educados que los clérigos, por lo que la dirección política y espiritual de los religiosos era difícilmente tolerada; además, las clases educadas de la Europa renacentista, poseían un anhelo religioso muy profundo, la necesidad de una vida espiritual individual muy intensa, que la clerecía, con su religión ritualista, no podía satisfacer, todo lo contrario, esa religión hierática, propia de monjes, era repudiada. Pero esto era verdad para minorías, para los educados, cuando mucho para un diez por ciento de la población, el resto para todo fin práctico y espiritual era y vivía en el paganismo: a estas masas rurales las llevó al cristianismo la Reforma, por la coacción y el lavado cerebral. En fin de cuentas lo que se planteó fue la transición de una religiosidad rural (si admitimos que alguna vez la población de la Edad media hubiera sido cristiana) a otra urbana: tanto Reforma como Contrarreforma convirtieron a la población, coercitivamente, al nuevo cristianismo, y lo impusieron conforme a las reglas de la época, en función de clase, cultura, intereses políticos, no por convicción individual; el cristianismo de convicción individual existió, pero solo entre quienes acaudillaron la Reforma y la Contrarreforma, entre los demás no, y lo mismo les daba ser protestantes o católicos, por eso el fenónemo de la conversión al protestantismo y reconquista por el catolicismo de poblaciones enteras.

      Protestantes y católicos tuvieron estilos diferentes, el protestantismo exaltó la fe, el catolicismo la caridad (las obras); el protestante, reconciliado con Dios por la fe sola, no tuvo necesidad de que sus pecados fueran perdonados por sus hermanos, por lo que el protestantismo resultó en una religión de confesión más que de práctica o vida social.

      Mucho se ha dicho de la importancia del libro para la difusión del protestantismo, pero igual se habría propagado sin la imprenta, porque la cultura europea después de la Reforma continuó siendo una cultura eminentemente oral, leer fue, realmente, cosa de pocos, por eso el catecismo, más que la Biblia, fue el arma de lavado del cerebro de la Reforma y por medio de él se buscó la uniformidad de costumbres y la uniformidad religiosa que del libre examen no habrían surgido, todo lo contrario. La catequesis protestante no pretendió lo mejor, lo más alto, sino lo que podía ser; la religión pasó a ser, de ideal, costumbre, y a estar realmente en manos del pueblo minuto. Dicho en otras palabras, a los protestantes no les interesó, como será el objetivo de los católicos, que el pueblo progresará en virtud, hay razones teológicas para ello, que se tocarán seguidamente, sino que se conformaba con poco como se deduce de lo que Lazarus Spengler nos reporta, en 1524:

Tengo que admitir que la Palabra de Dios no ha logrado todavía ningún fruto o mejoría [en lo moral]. Con todo, debemos admitir que estamos mejor,- una vez que se nos ha mostrado la senda verdadera hacia la salvación, mediante la predicación de la límpida Palabra de Dios-, de lo que estaríamos, si para siempre hubiéramos permanecido en el viejo error e ignorancia de llevar a cabo muchas obras exteriores en la creencia de que ellas fuesen buenas[5].

      Esta concepción es claramente antitética de la católica: el católico satisface a Dios mediante la justicia, con buenas obras, casi todas dirigidas al auxilio de los demás hombres (aunque la Edad media enfatizó mucho la adoración); para el protestante Dios es alguien en quien se confía de buena fe, un Dios misericordioso, en vez de un Dios justo. Por eso la santidad protestante no dependerá de obras exteriores, ni de formas de vida: enclaustrarse o hacer obras excepcionales, el protestantismo carece de ascética: el hombre cotidiano será tan santo como el asceta, porque la santidad no dependerá de una virtud heroica, sino simplemente de confesar la divinidad de Jesucristo. Sin duda esto representó una ventaja para el protestante, que pudo dedicarse a lo cotidiano enteramente, y sin sacrificar, al hacerlo, su salvación.

      A riesgo de ser repetitivo, cabe aquí considerar una de las primeras (1523) "Ordenanzas sobre culto y predicación", las de Elbogen, para percatarnos de en qué consistía la reforma, en sus inicios (recuérdese que Lutero fue excomulgado en 1522). Se da, en la misa, prioridad al sermón sobre la eucaristía, se abuelen procesiones y la bendición con agua bendita, la eucaristía puede recibirse bajo ambas especies, sin necesidad de confesión previa, se prohíben las rogativas, los cementerios se declaran propiedad comunal, no eclesiástica; los feligreses son quienes gobiernan la parroquia, el bautismo debe administrarse en alemán, las horas canónicas son voluntarias, el pastor recibe un salario de la comunidad, pero se le permite un canon por la bendición de los matrimonios.

      De la reforma religiosa renacentista, tanto de la protestante como de la católica, se puede concluir que, respecto de la vida religiosa de la población total, especialmente de la campesina, fue bien poco lo que lograron: la superstición cundió incontenida, como, en los países protestantes lo pone de manifiesto la cacería de brujas. Limitándonos a la reforma protestante podemos decir, con la clarividencia que da el pasar del tiempo, lo que Ozment afirma (pag. 215):

El protestantismo es una religión que ha ganado batallas, pero nunca la guerra.... La limitada atracción que ejerce el protestantismo, existencial e intelectualmente, no es difícil de explicar. La piedad tradicional católica y las creencias populares son sistemas religiosos mucho más viejos y ricos. Plausiblemente procuran un mayor compromiso emocional en sus adherentes. Acomodan mejor mejor la locura y la fragilidad humana que sus correlatos protestantes.... La fe protestante, comparativamente, ha parecido una religión demasiado simple y austera, el equivalente espiritual de una ducha fría[6].

      No obstante, en sus inicios la Reforma arrebató a Roma casi la mitad de Europa, por lo que la Iglesia católica se aprestó, como ya he dicho, más que a una reformar a una Reconquista, con todas sus consecuencias.

EL CONCILIO DE TRENTO (1545-63) [<>] [\/] [/\]

La significación característica del concilio de Trento es, indudablemente, el haber dado una forma oficial, completa y definitiva a este movimiento de reforma que se iba manifestando en el seno de la Iglesia cada vez con más insistencia. El movimiento protestante forzó, en último término, a la Iglesia a realizar esta obra fundamental. Sin la obra del concilio de Trento, aquel movimiento de reforma, ya existente en la Iglesia, no hubiera tenido la universalidad y eficacia que necesitaba. Pero, a su vez, sin el apoyo de aquellas fuerzas de reforma existentes en la Iglesia, la obra de reforma del concilio hubiera resultado estéril. (García Villoslada, pp. 771-2).

      Paulo III (1534-49), papa de la familia Farnese, hombre del renacimiento, conocedor de todas las lacras de la curia, los eclesiásticos, los nobles romanos y el pueblo, dio comienzo a la obra de reforma, con entusiasmo y empeño, comenzando por casa, por la curia romana; a la vez preparó la convocatoria de un concilio ecuménico, que debería celebrarse en Mantua, a cuyo efecto nombró una comisión para preparar las labores, la cual comenzó a trabajar en 1536; en 1537 aparece el Dictamen de los cardenales y demás prelados de la Iglesia romana, conocido como Dictamen áureo, en el cual se aceptan muchos de los puntos de reforma propuestos por los protestantes (celebración de los ritos religiosos en lengua vernácula, celibato eclesiástico, traducción de los libros sagrados a las lenguas vulgares, etc.). Como requisito a la celebración conciliar el papa acordó implantar en Roma la reforma que el Dictamen áureo proponía, comenzando por el dicasterio de las finanzas (la Dataría), y demás departamentos de la curia; esto encontró enconada oposición, por lo que no se avanzó, en la práctica, apreciablemente, en la obra de reforma de la curia, en 1541 Paulo III se aboca a la reforma de la predicación, la exigencia de residencia en la diócesis para los obispos, la reorganización de la Inquisición y la creación del Indice de Libros Prohibidos (el primero fue publicado en 1543, pero anteriormente habían sido publicados índices por las Universidades de París y de Lovaina).

      Toda la cristiandad latina, tanto católicos como protestantes, clamaban por la celebración de un concilio ecuménico (Lutero había apelado formalmente dos veces al concilio), para restañar las heridas que la Reforma había producido y lograr la reunión de todos los cristianos; Roma lo temía, por la amenaza de un reforzamiento de las tendencias conciliares, que molestarían la consolidación del absolutismo romano; Francia lo adversaba porque la escisión provocada por la Reforma debilitaba a su enemigo natural, los Habsburgo (Carlos V y su hermano Fernando I); Carlos V lo deseaba para acabar con las discordias germanas, y quizás poder así dar un golpe de gracia a Francia.

      Pese a la amenaza para el absolutismo pontificio, Paulo III desde 1534 había expresado solemnemente a los cardenales su voluntad de que un concilio lograra la paz cristiana y la reforma eclesiástica; en 1537 se convoca el concilio, para celebrarlo en Mantua, pero las inaceptables condiciones del duque de Mantua para celebrarlo allí, obligaron a posponerlo a noviembre del mismo año y, después de negociaciones, a convocarlo en la ciudad de Vicenza, para el primero de mayo de 1538: no se presentaron sino cinco obispos y los tres legados pontificios, por lo que hubo de ser pospuesto, para celebrarse en el mismo año y en la misma ciudad, a lo que pronto hubo de renunciar el pontífice, decretando la suspensión indefinida (sobre todo porque el emperador en la dieta imperial de Ratisbona, y como consecuencia de los coloquios celebrados con los protestantes, había dado a estos garantías religiosas, las del Interim de Ratisbona, consideradas excesivas por el papa).

      Como las concesiones obtenidas por los protestantes eran un ínterim, hasta tanto un concilio resolviera, se retomó la idea de celebrarlo, pero ya no era posible en Vicenza, porque Venecia, soberana de dicha ciudad, se oponía. Se acabó así por elegir a Trento, ciudad limítrofe con Italia y con el Imperio; no bien publicada la bula de convocatoria, estalló la guerra entre Francia y Carlos V, la que no fue óbice para que el papa ordenara la celebración del concilio: a tres semanas de la fecha terminal, no se habían presentado obispos, y el papa debió prorrogarlo nuevamente. Entre tanto pontífice y emperador se distanciaban cada vez más, máxime cuando el emperador Carlos V en la dieta imperial de Espira, hizo nuevamente concesiones a los protestantes consideradas por el papa como un verdadero abuso de la autoridad civil. Con todo, la celebración de la paz entre el victorioso emperador y Francia, y el buen talante y espíritu cristiano de Carlos V hicieron que todo se olvidara y se convocara nuevamente el concilio, para celebrarse en Trento, el cual -después de varias pospociones- comenzaría en diciembre de 1545. Sin embargo, a estas alturas, los protestantes no aceptaban ya asistir al concilio, si este debía celebrarse bajo la égida del papa, sino que demandaban un concilio libre. Las dos primeras sesiones fueron dedicadas a la organización del mismo concilio, en la III sesión (4 de febrero de 1546) se estableció el símbolo ("credo") de la fe católica, que fue el tradicional, el llamado símbolo Niceno Constantinopolitano (cfr.,Denzinger, 86), punto sobre el cual no había divergencia con los protestantes.

      Como los protestantes se negaban a asistir a Trento el emperador continuó con su política de "coloquios", celebrando el segundo coloquio de Ratisbona (5 de febrero al 20 de marzo de 1546), que el pontificado vio como una amenaza de intromisión del emperador en cuestiones dogmáticas; el coloquio fracasó y los padres conciliares pudieron continuar adelante, libres de temores. La sesión IV (8 de abril de 1546) definió cuáles sean los libros sagrados, las Escrituras, y aceptó la edición vulgata de la Biblia

por auténtica en las públicas lecciones, disputaciones, predicaciones y exposiciones, y que nadie, por cualquier pretexto, sea osado o presuma rechazarla (Denzinger, 785),

asunto sobre el que existían pequeñas diferencias con los protestantes. En lo que había diferencias esenciales, era en lo relativo a la interpretación de las Sagradas escrituras, y en dicha sesión el concilio sostiene el punto tradicional, entrando en frontal conflicto con los reformistas protestantes, al sostener:

... para reprimir los ingenios petulantes, decreta que nadie, apoyado en su prudencia, sea osado a interpretar la Escritura Sagrada, en materias de fe y costumbres... contra aquel sentido que sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a quien atañe juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Escrituras Santas, o también contra el unánime sentir de los Padres, AUN CUANDO TALES INTERPRETACIONES NO HUBIERAN DE SALIR A LUZ EN TIEMPO ALGUNO [mayúsculas añadidas]... y a nadie sea lícito imprimir o hacer imprimir cualesquiera libros sobre materias sagradas sin el nombre del autor, ni venderlo en lo futuro ni tampoco retenerlos consigo, si primero no hubieren sido examinados y aprobados por el ordinario... (Denzinger, 786).

      Aquí se manifiestan varias de las características más odiosas, e inconvenientes, de la Contrarreforma: su odio y persecución al libro (el establecimiento de la censura previa, que no desaparecerá sino hasta el Concilio Vaticano II) y el prohibir escribir, sin censura, hasta para el propio uso (la parte puesta por mí en mayúsculas): en el tanto en que los católicos hayan seguido estos dictados, en eso mismo se apartaban de las corrientes de pensamiento libre y creativo, y se ponían al margen del progreso que, precisamente, implicaba un mayor ámbito de libertad del espíritu humano.

      Lo relativo a la interpretación de las Escrituras era un ataque frontal a la dogmática reformista, la Iglesia reafirma aquí, condenando el libre examen, la posición tradicional o católica: es la tradición la que interpreta adecuadamente el mensaje divino, no la inspiración individual. Con esto la Iglesia se aparta del individualismo religioso propio del protestantismo y reafirma la religión comunitaria, propia del catolicismo. En la lucha contra el protestantismo, las victorias católicas se deberán principalmente a este principio, a esta unidad de la religión católica, frente a las facciones y sectas del protestantismo, continuamente dividido u obligado a sacrificar sus más caros principios, cuando hubo de preservar la unidad.

      En la sesión V (17 de junio de 1546) se emiten los primeros decretos de reforma, y ellos son a tal punto básicos, que de su aplicación podemos decir, sin duda alguna, que proviene todo el vigor de la Iglesia católica reformada, de Trento en adelante. Se refieren a la predicación, poniéndola como primera obligación de los obispos, a la enseñanza cristiana, la enseñanza de la teología y de las Sagradas Escrituras. De la aplicación de estas disposiciones resultarán clérigos bien preparados y un pueblo instruido, requisitos primordiales para la existencia de una vida cristiana auténtica, en particular, de esta savia se nutrirán los institutos de instrucción popular, los seminarios para la formación de sacerdotes, las cátedras de teología y Sagradas Escrituras que se ordenó fundar en todas las iglesias catedrales y colegiatas, las escuelas de instrucción en la fe y moral cristiana para párvulos, cosas que transformaron de tal manera a las colectividades católicas, que serán otras, después de Trento. En lo dogmático enfrenta el concilio un tema de profunda divergencia con los protestantes, a saber, el pecado original. Para los protestantes el hombre, por el pecado original, había sido corrompido sustancialmente, y consecuentemente nada bueno podía de suyo dar, y la justificación que recibiera no era porque fuera justo, sino porque Dios le disimulaba, por los méritos de Cristo, su injusticia. En lugar de esta doctrina el concilio afirma (los números entre paréntesis indican del párrafo correspondiente en Denzinger):

  1. ... el primer hombre Adán, al transgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y lajusticia en que había sido constituido... y que toda la persona de Adán por aquella prevaricación fue mudada en peor... (788).
  1. Si alguno afirma que la prevaricación de Adán le dañó a él solo y no a su descendencia... sea anatema (789).
  1. Si alguno afirma que este pecado de Adán es por su origen uno solo y... se quita por las fuerzas de la naturaleza humana o por otro remedio que por el mérito del solo mediador, Nuestro Señor Jesucristo... o niega que el mismo mérito de Jesucristo se aplique tanto a los adultos como a los párvulos por el sacramento del bautismo... sea anatema...(790).
  1. Si alguno dice que por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo que se confiere en el bautismo, no se remite el reato del pecado original; o también si afirma que no se destruye todo aquello que tiene verdadera y propia razón de pecado, sino que solo se rae o no se imputa: sea anatema....(792).
  1. Declara, sin embargo, este mismo santo Concilio que no es intención suya comprender en este decreto, en que se trata del pecado original a la bienaventurada e inmaculada Virgen María, Madre de Dios....(792).

      Es interesante el punto 6 y sobre él observa García Villoslada, pp.787-8:

A esta doctrina conciliar sobre el pecado original añadió el concilio una importante excepción referente a la Santísima Virgen. Ya desde el principio, el cardenal español Pacheco, al iniciarse las discusiones sobre el pecado original, propuso al concilio que se proclamara el dogma de la inmaculada concepción de María. Un buen número de Padres se declaró en favor de esta propuesta; los dominicos y algunos otros se oponían a ella [Fue interesante en este sentido la opinión del dominico Bertano, obispo de Jano, el cual hizo notar que era preferible no dar ninguna declaración, pues las opiniones estaban muy divididas y cualquier declaración lastimaría demasiado a los contrarios. [Nota al pie, #89]. Al fin se dejó la solución para más tarde. Sin embargo, vistas las opiniones existentes sobre tan delicada materia, el concilio declará sencillamente "que no era su intención incluir en este decreto... a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios..." Hasta qué punto esta excepción en favor de la Santísima Virgen era favorable al dogma de su inmaculada concepción, lo expresó claramente Pío IX en 1854 en la bula de proclamación del dogma al afirmar que el concilio de Trento lo había insinuado en la forma entonces posible.

      En los meses siguientes el emperador se prepara para declarar la guerra a los príncipes protestantes de la liga de Esmalcalda, de junio a agosto estalló la guerra (el papa era aliado del emperador y había puesto a su disposición algunas tropas), pero el emperador, para no exasperar a sus adversarios, hacía presión sobre el papa para que no se promulgaran los decretos doctrinarios, sino solo los de reforma; los padres conciliares y el papa consideraban que lo que convenía era lo contrario, las precisaciones dogmáticas. Movidos por este deseo de definir cuanto más se pudiera, para acabar con el "error" protestante, entró el concilio a conocer del tema fundamental, la justificación. Al mismo tiempo que el emperador pretendía destrozar a los protestantes por la armas, los teólogos pretendieron hacerlo por la ciencia: varias propuestas o esquemas de definición consideró el concilio, alguno de ellos (el tercero del teólogo Seripando, llamado esquema de setiembre, por el mes en que se debatió) muy cercano, al menos en apariencia, a las doctrinas luteranas; pero finalmente se llegó a un acuerdo que netamente separaba la doctrina tradicional católica, tanto de la herejía pelagiana (el hombre por sus propias fuerzas naturales, por la Ley, puede justificarse) cuanto de la protestante (solo la fe justifica al hombre, justicia que no es inherente, sino meramente imputada). La doctrina que se decreta en la sesión VI (13 de enero de 1547), afirma que el hombre no puede justificarse por sí mismo, por no ser la justificación natural sino sobrenatural, tampoco puede justificarse por la Ley, sino únicamente por Cristo, por la gracia de Jesús el Señor; esta gracia es un don gratuito, pero debe ser aceptado por el hombre y le debe ser fiel por las buenas obras. Por la justificación el justo realmente se torna tal, siendo un error afirmar que meramente se le tiene por tal, como sostienen los protestantes: se es justo por la fe, pero no por la fe sola, ni tampoco es suficiente solo con creer para salvarse, sino que se ha de vivir justamente; la justificación se pierde tanto por pecar contra la fe, como por no practicar las buenas obras, las cuales comportan un mérito adicional para la vida eterna; si la justificación se pierde, puede ser recobrada por la penitencia, sin que la fe sola sea suficiente para recuperar la justicia perdida.

      Es en enero de 1547 que se promulgan los decretos respectivos (quince capítulos y treinta y tres cánones): a la publicación se llega solo después de vencer una feroz resistencia de los obispos adictos al emperador, quienes se oponen a que sean promulgados todavía, exigiendo que sean dejados para mejor ocasión, a fin de hacer más llevadera para los protestantes una eventual vuelta al seno de la Iglesia católica. En lo relativo a los decretos de reforma de la disciplina eclesiástica, se estipula que los obispos deben residir en sus diócesis, principio que modifica totalmente la administración eclesiástica, al impedir que una misma persona acumule varios obispados, sin cuidar de ellos (sinecuras) o que los subcontrate para que otros los administren, obteniendo así un provecho económico, a costas de una mala administración eclesiástica: se prohibió tanto que el obispo lo fuera in absentia, como que acumulara varias sedes. Esta reforma naturalmente encontró gran resistencia, pues vino a trastornar todas las finanzas de los príncipes eclesiásticos, pero es también una de las reformas fundamentales que reforzará a la Iglesia católica.

LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1618-1648) [<>] [\/] [/\]

      Las disidencias religiosas acabaron en tres décadas de conteniendas bélicas, la Guerra de los Treinta Años, entre España, Francia, Suecia, Polonia, Holanda, el Imperio y los príncipes imperiales, que asoló Alemania y devastó una amplísima zona de cien kilómetros, centrada en un eje que uniese Ginebra con Sttetin: aquí desaparecieron casi todos lo pueblos pequeños, los ganados y del 50% al 75% de los habitantes. Este fue el altísimo precio que Alemania hubo de pagar por la intolerancia católica y protestante, y por los intereses dinásticos y republicanos de la época.

      Veamos cómo se desarrollaron los hechos.     

      Carlos V en 1554 acarició nuevamente la idea de dominio sobre Europa, gracias al matrimonio de su hijo Felipe con María I de Inglaterra, desafortunadamente no tuvieron hijos y nada se logró; en 1555, desalentado con lo poco que lograba y debilitadas sus fuerzas, Carlos abdica, después de la Paz de Augsburgo: entrega España y los Países Bajos a su hijo Felipe y el imperio a su hermano Fernando y se retira a Estremadura, al Yuste, para acabar allí sus días entregado a la oración, la penitencia y la gula (obsesiva en él). La Dieta de Augsburgo, contra los deseos de Carlos, congeló la situación religiosa, aceptando como legítima la fe protestante luterana y prometiendo tolerancia a los zuinglitas, calvinistas y anabaptistas, conforme al principio de cuius regio eius religio, con la reserva eclesiástica, que obligaba a los príncipes eclesiásticos a renunciar si se convertían al protestantismo; las propiedades eclesiásticas secularizadas antes de 1552 continuarían secularizadas. En lo político, debilitó la autoridad imperial y se robusteció la territoral, la de los principados y ciudades libres.

      Al no haber herederos directos para el trono del emperador, se propuso nombrar como tal a Fernando de Estiria, educado por los jesuitas y campión de la Contrarreforma, para ello Felipe III de España (1578-1621), renunció a sus derechos al trono imperial. Los protestantes se opusieron tenazmente a Fernando y en 1618, discutiendo sobre asuntos locales, tres delegados imperiales fueron defenestrados por los protestantes del castillo Hradcany en Praga; los bohemios se prepararon para la guerra, eligiendo, en 1619, como rey de Bohemia al calvinista Federico V, dos días antes de que Fernando de Estiria fuera electo emperador, como Fernando II (1578-1637), quien enfrentó a Federico y lo derrotó en 1620, en la batalla de la Montaña Blanca, cerca de Praga, entonces fue eliminado el protestantismo de Bohemia mediante medidas draconianas.

      A raíz de todo esto comenzaron las luchas entre las potencias europeas conocidas como la Guerra de los Treinta Años (1618, defenestración a 1648, paz de Westfalia) en que intervinieron España, el Imperio, Francia, Polonia, Dinamarca y las Provincias Unidas (Holanda), y que asoló, como ya dijimos, a la nación alemana, dejándola postrada y arruinada, tanto en vidas humanas como en su agricultura, ganadería e industria.

      Todos los contendientes acudieron al auxilio externo: el emperador a España, los príncipes a Suecia, Francia y Holanda; la Paz de Westfalia de 1648 no fue una de concordia entre príncipes cristianos, sino un compromiso en que privó la "razón de estado", la solución religiosa quedó supeditada y condicionada por la racionalidad política: se estableció la igualdad de derechos entre católicos, luteranos y calvinistas, y se acordó una distribución de territorios según su religión, conforme a las realidades de 1624 (en vez de las de 1552 como en la interina paz de Augsburgo): fue respetado el derecho de los disidentes al culto privado, la libertad de conciencia y el derecho de emigrar; la autoridad civil renunció a sus pretensiones de decidir en disputas religiosas, creándose organismos religiosos que las dirimirían amigablemente.

      En fin de cuentas resulta que la supresión del protestantismo por obra de Fernando II en Austria, tanto como en Bohemia, lo mismo que por Richelieu en Francia, obedeció más que todo a causas políticas: apuntalar el absolutismo, del que los protestantes eran los más decididos adversarios, sospechosos incluso de tendencias republicanas conforme a los modelos suizos y holandés. La polémica teológica y militar del emperador con los príncipes y ciudades protestantes, más bien fue política, para decidir si prevalecería en el imperio una constitución monárquica o una federal.

      La Paz de Westfalia estableció la preponderancia de Francia y sus aliados en el norte y centro de Europa, con lo que empezó a declinar la influencia española.

      Volviendo a la religioso, a raíz de la Paz de Westfalia (1648), la distribución de las creencias religiosas, en el imperio (Alemania y Austria, para todo fin práctico), según la elección de religión hecha por el príncipe de cada territorio, fue la siguiente: protestante el norte, nordeste y centro (excepto el obispado de Hildesheim y la abadía de Fulda); católico, el nordoeste, oeste y sudeste, con excepción del Palatinado renano y los dominios de los Habsburgo (Austria y Tirol, Bohemia-Moravia, Silesia, una porción de Suabia). Wurtemberg en Suabia, Ansbach y Bayreuth en Franconia, y casi todas las ciudades libres, incluso las de territorios católicos, se adhirieron a la fe protestante; la nobleza y los burgueses de Bavaria y los dominios de los Habsburgo, que habían abrazado la fe protestante, volvieron a la católica o marcharon al exilio.

      Si de Alemania pasamos al resto de Europa, el equilibrio de fuerzas religiosas, a mediados del siglo XVII, es abigarrado: Rusia aislada y bajo un régimen despótico, mantuvo la ortodoxia rusa al margen de la Reforma y la Contrarreforma. La influencia protestante fue destruida en Italia, España, Bavaria, Polonia; igualmente católicas, parte de la Confederación Suiza, la región de Münster y Würzburgo, casi toda Polonia; católicas con minorías protestantes: Austria, Hungría, Bohemia, parte del Franco-Comté, los Países Bajos y Osnabrück. Luteranas: Dinamarca, Suecia, Sajonia, Brandenburgo, Prusia; luteranos con minorías católicas: Silesia, parte de Polonia. Calvinistas: parte de la Confederación Helvética, Amsterdam; calvinistas con minorías católicas o luteranas: Provincias Unidas (Holanda), Kasel, Mainz. Anglicanos: Inglaterra.

      En ninguna parte, católica ni protestante, la tolerancia fue aceptada como un principio moral de valor intrínseco, sino que, cuando se dio, fue por necesidad política, aceptada más por razones prácticas que religiosas.

CONTRARREFORMA Y RESURGIMIENTO DE LA VIDA RELIGIOSA [<>] [\/] [/\]

El Misticismo [<>] [\/] [/\]

      El misticismo, la relación directa del alma humana con Dios, con la realidad suprema, es -sin duda- la sustancia de toda religión, sin misticismo no hay verdadera religiosidad. Por ello ha jugado un papel importante en todas las religiones, también por supuesto, en la cristiana: San Pablo, San Juan Evangelista, San Agustín, Dante Alighieri, Tomás de Kempis, San Bernardo de Claraval y el Maestro Eckart son de los más destacados místicos anteriores a la Reforma. Característico del misticismo cristiano es el no ser meramente contemplativo, pues no le basta con el éxtasis, sino que, siendo activo, persigue un estado en el cual Dios actúe sobre y a través del alma; a la vez el misticismo cristiano es Cristo-céntrico, pues lo que busca es la unión con Cristo, para ser vivificado en Él. Dionisio el Areopagíta, de quien hablamos al referirnos a la escolástica primigenia, escribió algunos de los más importantes tratados místicos, como no podía ser de otro modo, dado su enfoque teológico negativo (todo lo que de Dios sabemos, debe inmediatamente ser corregido, negado, pues no corresponde a lo que Dios es): en sus dos obras principales, De mystica theologia y De divinis nominibus insiste en la inefabilidad de Dios, que sería la divina oscuridad, por donde establece su método "negativo" para relacionarse con la divinidad. A la unión con Dios se llega por la ascética, que es un olvidarse de las cosas, ponerlas de lado, pero esto no es suficiente, pues faltaría lo principal, el amor, como poder divino que perfecciona la naturaleza humana y la une al creador. El misticismo occidental estuvo muy influenciado por el neoplatonismo, precisamente a través de San Agustín, identificando la obra de Dios, luz viviente, en el alma con una luminosidad que deslumbra y sacia (Deus illuminatio mea!). San Francisco de Asís, uno de los grandes contemplativos cristianos, buscaría la unión con Dios en la imitación práctica de Cristo, viviendo como Él habría vivido. San Bernardo de Claraval haría de la unión del alma con Dios el objetivo del misticismo.

      Meditación y oración contemplativa son el método del misticismo, no para obtener un momento de éxtasis, sino para alcanzar la deificación del alma, y para ello hay que morir enteramente para todo lo que no sea Dios, no tener voluntad alguna, sino la de Dios, hasta que el alma desaparezca, enteramente absorbida en la conciencia de Dios.

      La Iglesia de Roma siempre ha visto con desconfianza al misticismo, por las razones ya apuntadas sobre su peculiar concepto de la religión, como vinculada con la verdad, una verdad demostrable y razonable, en tanto que el misticismo insiste sobre lo inefable de la verdad religiosa, lo que hace que sea proclive a caer en excentricidades y visiones particulares.

      En la Iglesia de Bizancio las cosas no fueron así, sino que el misticismo fue siempre bien recibido y los místicos tenidos en gran estima; inclusive los bizantinos aceptan una especie de yoga, es decir, ejercicios corporales, respiratorios, hipnóticos, fórmulas de concentración, para llegar mediante ellos a la visión de la Luz Increada (la llamada Luz del Tabor), parte de la energía divina, que se haría patente a quienes se hubiesen librado de todo lo mundano: este punto de vista llegó a formar parte del dogma de la Iglesia bizantina, pero nunca ha sido aceptado por la de Occidente. Como consecuencia de estos principios en la Iglesia ortodoxa se difundió el eremitismo que le es tan peculiar, así como esa figura tan ajena a nuestro modo de contemplar la religión, los startsy rusos (Rasputín, es decir "El Libertino", supuestamente era un staret) y los monjes del monte Athos, el monasterio de mayor influencia en la Iglesia ortodoxa, donde los monjes llevan una vida de aislamiento y de estudio en un lugar inaccesible y sin presencia alguna de hembras de ninguna clase, ni humanas ni animales.

      La Iglesia de occidente, repito, nunca ha llegado a tanto. Pero durante la Contrarreforma, Roma respondió al reto protestante mediante una revitalización de la vida religiosa, restaurando la emoción como experiencia religiosa fundamental, para acabar con el ritualismo anterior y después de aceptar la incapacidad del intelecto para comprender a Dios, pero no así la del sentimiento, pues el corazón sí podía comprender y descubrir las verdades divinas. La vida religiosa del católico debía ser una de dedicación total y de compromiso sin límites, fruto de un amor apasionado a Dios, a Cristo; esta práctica de la religión, más que católica deberíamos llamarla barroca para ser equitativos, pues esta nueva orientación también se dio, excepcionalmente, en algunas sectas protestantes, entre los cuáqueros por ejemplo.

      Es en la iglesia española donde con más fuerza florece el misticismo, en especial en los autos sacramentales de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), especialmente en "El Gran Teatro del Mundo" (1655), donde se plantea el punto esencial del misticismo: que la religión no es asunto que deba entenderse intelectualmente, sino un misterio que debe celebrarse en alabanza y con devoción; las paradojas que el intelecto encuentra en la verdad religiosa son superadas asertivamente por el sentimiento, que las afirma como verdades.

      Este concebir la religión como algo más allá de la razón ("el corazón tiene razones que la razón no comprende" de Pascal) se dio gracias al resurgir del misticismo, de la búsqueda del éxtasis espiritual, al que se llega solo por vías de profunda y habitual ascética: amor, disciplina, obediencia. Lo vemos así en las obras de Santa Teresa de Jesús (1515-82), de San Juan de la Cruz (1542-91), de San Ignacio de Loyola (1491-1556), Luis de Granada (1504-88), Luis de León (1527-91). Posteriormente el misticismo habría de caer en quietismo por obra principalmente de Miguel de Molinos (1628-1696) y su Guida Spirituale, publicada en Roma en 1675, que predica una contamplación pasiva en lugar de una meditación activa, es decir, una oración de quietud, una pasividad total del alma, que renuncia a todo intento propio, incluso a la misma virtud y bienaventuranza, entregándose a la nada y apartándose de toda manifestación exterior de culto o devoción. Esta doctrina fue condenada por la Iglesia católica, pero tuvo mucha influencia entre los protestantes alemanes.

      Los peligros adel misticismo alertaron a los místicos católicos quienes, para evitar desvíos, pusieron énfasis en que el éxtasis no era la finalidad, ni la señal de predilección, sino la obediencia, Santa Teresa, San Juan de la Cruz y San Ignacio de Loyola insistieron en que la más alta realización del alma estaba, no en el éxtasis, ni en la experiencia mística, sino en la obediencia total, en la conformidad habitual de la voluntad humana con la voluntad divina.

      En la espiritualidad protestante no se dio nada comparable a la renovación mística católica y la razón es obvia, pues siendo una religiosidad de mera confesionalidad, en la que las obras -por así decirlo- salen sobrando, no cabía una religiosidad diversa de la puramente pasiva, el quietismo: la profundización de la vida espiritual protestante tiene solo una salida razonable y congruente, no hacer nada y celebrar la salvación en un acto perenne de agradecimiento a un Dios que nos salva aunque no encuentre en nosotros mérito alguno para ello.

La actividad misionera [<>] [\/] [/\]

      Otra característica de la Contrarreforma es su increíble actividad misionera, dentro de cada país y en ultramar; también en esto se dará una clara diferencia con la Reformación, la cual, en razón del quietismo espiritual propio del protestantismo, no muestra trazas misioneras, en el período bajo estudio, aunque posteriormente lo cultivará entusiastamente, cuando, posteriormente, la espiritualidad protestante se modifique.

      La Contrarreforma católica desató fuerzas espirituales colosales, que sirvieron para que la Iglesia pasara de la defensiva a la ofensiva en todos los terrenos: teológico, filosófico, místico, devocional y sobre todo apostólico. Resucita el afán misionero de Roma y se lanza a la conversión de toda la Tierra, con un entusiasmo que no abandonará en los siglos posteriores y que todavía hoy en día la acompaña y vivifica: China, India, Japón y nuestra América son el escenario de este nuevo empuje de la fe cristiana.

      El espíritu misionero se manifestó, en primer lugar, en la evangelización de los estratos sociales menos educados de cada país, una obra en la que quedaba mucho por hacer; tanto los protestantes como los católicos enfrentaron este problema, pero Roma con mayor profundidad, amplitud y decisión, quizás porque sus órdenes mendicantes habían allanado el camino. Pero vinieron nuevas iniciativas, particularmente la de San Felipe de Neri (1515-95) en Roma (el Oratorio), San Vicente de Paúl (1576-1660) predicando a los campesinos y creando la Congregación de la Misión para educar al pueblo cristiano y atender a los enfermos (Hermanas de la Caridad) y finalmente, la Compañía de Jesús, los jesuitas, fundados por San Ignacio de Loyola quienes, por su cuarto voto de obediencia directa al Papa, fueron las tropas de choque de la Iglesia de Roma en su obra educativa y evangelizadora.

      El hombre educado actual tiene una percepción equívoca de los jesuitas, como de una organización elitista dedicada a la conversión y educación de las clases altas, lo que ciertamente llevaron a cabo, pero sin mengua de una actividad apostólica inmensa entre los pobres, los enfermos, los prisioneros de sus países. Pero sobre todo con una actividad misionera posiblemente sin par entre las que han sido: no hubo región del mundo a la que no llegaran, hubiera o no cristianos. Muchas regiones del orbe, evangelizadas desde los tiempos apostólicos, como Malabar (1599), supuestamente evangelizada por el Apóstol Santo Tomás, fueron traídas de nuevo al seno católico por la predicación jesuita; igualmente la iglesia kievita volvería a la confesión romana (1596) gracias a la predicación de los jesuitas; a ellos se debe el gran experimento de un ordenamiento social plenamente cristiano, que llevan a cabo en el Estado Jesuita del Paraguay (1608).

      Los jesuitas, como misioneros, son un ejemplo de la iglesia del porvenir y nos dan lecciones válidas hoy en día: en tanto que las demás órdenes y congregaciones misioneras trataron de "occidentalizar" las misiones, los jesuitas se confundieron con las culturas donde predicaban el evangelio, el Padre Mateo Ricci (1552-1610), por ejemplo, evangelizador de China vestía como chino, pensaba como chino, y no omitió traducir la piedad y visión cristiana al chino, sin crear oposiciones donde no fueran ineludibles; es célebre la polémica con los dominicos y franciscanos, quienes se oponían al confucianismo y a la veneración de los antepasados, que no debían combatirse, según los jesuitas y que eran incompatibles con el cristianismo según dichas órdenes mendicantes: Roma estuvo en contra de los jesuitas, pero luego, muy tarde por cierto (1936-7) cambió de opinión y aceptó que se trataba de costumbres puramente civiles que debían ser toleradas y permitidas, pues en nada comprometían la piedad cristiana.

      La piedad cristiana dentro de cada país católico fue hecha alegre, con procesiones, representaciones teatrales, oratoria convincente, misiones, música sagrada atractiva y una arquitectura monumental: la época del barroco y de la cultura barroca, que es la cultura de la Contrarreforma. Todo esto encendió y difundió la piedad que pasó a ser, de especialización del clero y las clases altas, verdadera vida vivida por toda la comunidad cristiana.

CONCLUSIÓN [<>] [\/] [/\]

      La Iglesia católica, desde Trento hasta Pío XII, no logró la vía recta, la vuelta al cristianismo original, sino que cayó en la tentación sincretista: en cierto sentido lo cultural predominó sobre la fe, con pérdida -o cuando menos atenuación- de la integridad cristiana.

      Este extravío le dio al catolicismo una riqueza cultural verdaderamente única, convirtiéndolo en baluarte de la cultura occidental, pero al mismo tiempo lo enajenó del mensaje auténticamente cristiano, de unanimitas, de concordia, de paz, de fraternidad universal e hizo que pusiera por encima de las razones del corazón, las razones de la razón, la teología dogmática sobre la teología mística. Providencialmente, y gracias a que este modo de ser es antitético con el verdaderamente cristiano, la conciencia católica siempre estuvo en crisis, como lo muestra que, llegada la madurez de los tiempos, bastara el reinado cortísimo, de un solo pontífice, Juan XXIII, seguido -¡oh ironía de la historia!- por un papa hechura de Pío XII, es decir, de la vieja guardia, para trastrocarlo todo y permitir la vuelta a la verdadera reforma, que se daría con el Concilio Vaticano II, en el que esta estupenda Iglesia renuncia a todas las pretensiones hegemónicas, sobre la ciencia, la filosofía, la política, el mundo y hasta la religión, para quedarse con la sola hegemonía predicada por su fundador: el amor a los hombres, el amor a Dios, el considerar a todos -especialmente a los pretendidos enemigos- como hermanos, hijos de un mismo Padre al que todos debemos adoración.

      ¡Qué diferente habría sido la historia si esto se hubiera logrado en Trento!

VICISITUDES DE LA CRISTIANDAD (1555-1650) [<>] [\/] [/\]

Año Acontecimientos
1555 Paz de Augsburgo. Carlos V abdica el gobierno de Holanda en su hijo Felipe II. Los obispos anglicanos Latimer y Ridley son quemados en la hoguera por María I ("Bloody Mary") de Inglaterra, quien ha restablecido el catolicismo en Inglaterra. Primeras misiones de los jesuitas a Etiopía. Francia establece una colonia en Río de Janeiro.
1556 El arzobispo Cranmer es quemado en Inglaterra. Muere Ignacio de Loyola. Abdicación de Carlos V: España pasa a manos de su hijo Felipe II y el Imperio a las de su hermano Fernando I
1558 Muere María I de Inglaterra (llamada la Católica y con sobrenombre de "María la Sanguinaria" -Bloody Mary-; en 1554 contrajo nupcias con Felipe II, el cual ascendería al trono de España en 1555). Isabel I, reina de Inglaterra (será coronada en 1559).
1559 Reforma anglicana de Isabel I de Inglaterra. Se funda la Universidad de Ginebra (calvinista).
1560 John Knox establece una iglesia reformada (calvinista) en Escocia.
1561 Amberes adopta la confesión belga reformada. Fin de la persecución de los hugonotes en Francia (Edicto de Orleáns).
1562 Catecismo de Heidelberg (calvinista-luterano). España conquista Filipinas. Masacre de los hugonotes en Vassy, comienza las guerras de religión en Francia. John Hawkins trafica esclavos entre Guinea y las Indias Occidentales (compitiendo con los portugueses).
1562­1604 Faustus Socinus inicia la prédica Unitaria.
1563 Florecimiento de la poesía mística española (Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Luis de Granada y Luis de León). Finaliza el Concilio de Trento. Comienza de la Contrarreforma en Baviera.
1564 Pío IV confirma y promulga los Decretos del Concilio de Trento. Muere Juan Calvino.
Muere el Emperador Fernando II y le sucede su hijo Maximiliano II, ferviente católico.
Comienza la Contrarreforma en Polonia. Felipe de Neri funda la Congregación del Oratorio en Roma. El papa autoriza la publicación del primer Indice de Libros Prohibidos. Los españoles ocupan Filipinas. Hugonotes franceses establecen una colonia en la Florida, destruida al año siguiente por los españoles.
1565 La Inquisición condena a Andrés Vesalio a una peregrinación a Tierra Santa, para conmutarle la pena de muerte por ejercitar la disección de cadáveres humanos: en Inglaterra se la autoriza en este mismo año.
1566 Motines calvinistas en Holanda (movimiento iconoclasta), se deroga la Inquisición (será reinstalada por el Duque de Alba). Calvinistas y zwinglianos adoptan una confesión de fe común. En España se prohíbe a los moriscos hablar su lengua y usar sus vestimentas. Los jesuitas establecen una misión en la Florida.
1568 Los jesuitas en misión al Japón; fundan también un colegio en Douai para preparar misioneros a Inglaterra. "Notizie Scritte", uno de los primeros periódicos, circula en Venecia.
1570 Pío V releva a los súbditos ingleses de prestar obediencia a la reina Isabel I, a la que excomulga; promulga el Misal Romano. Japón abre Nagasaki al comercio internacional. Los turcos declaran la guerra a Venecia.
1571 Los clérigos ingleses deben aceptar los 39 Artículos de observancia anglicana. Don Juan de Austria vence a la flota turca en Lepanto.
1572 Masacre de hugonotes en París (la noche de San Bartolomé), el papa Gregorio XIII se regocija con la matanza.
1573-81 El patriarca de Constantinopla establece relaciones con teólogos luteranos.
1573 Polonia establece la igualdad de cultos en su constitución. Aumenta la emigraciónjudía a Polonia (más de la mitad de los judíos de Europa vivirán en Polonia hacia el 1800).
1574 Primer auto de fe en México. "Jerusalén Liberada" de Torcuato Tasso.
1577 Fórmula de Concordia: confesión definitiva de la fe luterana. Enrique de Navarra es nominado cabeza del partido hugonote en Francia.
1579 Siete provincias norteñas de Holanda se rebelan contra la dominación española. Los jesuitas evangelizan en la India. "La noche oscura del alma" de San Juan de la Cruz.
1581 Reforma gregoriana al calendario (hasta entonces el en uso era el juliano, de Julio César); entra en vigor el 5 de octubre, que pasará a ser 15 de octubre: los protestantes no lo adoptarán sino después de 1700 y en Rusia hasta en 1918.
1586 Se forma la Liga de los siete cantones suizos católicos.
1588 La Armada Invencible española es vencida. El jesuita español Luis Molina (1535-1600) defiende el libre albedrío y la no predestinación (molinismo). Traducción de la Biblia al gaélico. Se inaugura la Biblioteca Vaticana. Traducción del Nuevo Testamento al checo.
1589 La Iglesia ortodoxa rusa se independiza de Constantinopla y Moscú se convierte en patriarcado autocéfalo.
1592 Juan III de Suecia, quien intentó infructuosamente volver su reino al catolicismo, muere.
1593 Enrique IV se convierte al catolicismo ("París bien vale una misa"): fin de las guerras de religión en Francia. Suecia adopta la confesión luterana de Augsburgo y establece el luteranismo como religión nacional. Los franciscanos comienzan sus misiones en Japón. Se funda la escuela que luego será la Universidad de Quito.
1595 Tropas españolas desembarcan en Cornualles. Fundación de la Universidad de San Carlos en Cebú (Filipinas).
1596 Los ortodoxos ucranianos se adhieren a la Iglesia católica.
1597 En Nagasaki crucifican a 3 jesuitas, 6 franciscanos y 17 japoneses conversos, y expulsan a los misioneros.
1597 Una armada española que invadiría Inglaterra es destrozada por la tempestad.
1598 Edicto de Nantes: Garantías de culto para los hugonotes (revocado en 1685 y restablecido en 1787).
1599 Los cristianos de Malabar adhieren a Iglesia católica. Los suecos deponen al rey Segismundo III, paladín de la contrarreforma. Se estima en 900 mil el número de esclavos negros en América, la mayor parte en el Caribe y Brasil.
1600 Giordano Bruno es quemado en la hoguera en Roma. Los católicos son perseguidos en Suecia.
1601 Se promulga la Ley de Pobres en Inglaterra. El jesuita Mateo Ricci parte a evangelizar Pekín (Beijing).
1602 Los españoles invaden Irlanda, pero son derrotados.
1604 El rey Jaime I de Inglaterra promulga el Acta de Uniformidad, y declara fuera de ley a los jesuitas y seminaristas. El rey Jaime I ordena efectuar una traducción autorizada de la Biblia al inglés.
1607 José de Calasanz funda la congregación de las escuelas pías (escolapios).
1608 Establecimiento del Estado Jesuita del Paraguay.
1609 La "Majestätbrief" del emperador Rodolfo II permite la libertad de cultos en Bohemia. Los moriscos son expulsados de España. Képler publica su "Astronomia Nova".
1610 Se funda la Orden de la Visitación, en Francia. "Introducción a la Vida Devota" de Francisco de Sales.
1611 Se publica la "Biblia del Rey Jaime" (versión autorizada). Se funda, en Francia, la congregación del Oratorio. Se funda la Universidad de Roma y la de Santo Tomás en Manila (Filipinas).
1612 Ultima quema de herejes en Inglaterra. Nueva persecución de cristianos en Japón.
1614 La predicación cristiana es prohibida en Japón.
1615 La Compañía de Jesús está organizada en 32 provincias, con 13.112 miembros. Misión franciscana en Quebec. La Inquisición llama a juicio a Galileo.
1616 La Inquisición prohíbe a Galileo continuar sus investigaciones científicas. Los católicos son perseguidos en Bohemia.
1618 Defenestración en Praga de los regentes imperiales: comienza la Guerra de los Treinta Años.
1619 Primeros esclavos negros en América del Norte (Virginia).
1620 El "Mayflower" parte de Holanda con exiliados ingleses para colonizar América del Norte.
Francisco Bacon publica el "Novum Organum" que antepone el método inductivo sobre el deductivo. Batalla de la Montaña Blanca, cerca de Praga: la Liga Católica vence a los protestantes; la clerecía protestante es exiliada y los líderes ejecutados.
1621 La Iglesia católica prohíbe "El epítome del astrónomo copernicano" de Juan Képler. Los hugonotes se alzan contra Luis XIII en Francia.
1622 Se crea la Congregación para la Propagación de la Fe por el papa Gregorio XV.
1624 Los holandeses se establecen en Nueva Amsterdam (hoy Nueva York).
1625 Vicente de Paúl funda las Hermanas de la Caridad. Los franceses ocupan las Antillas y Guayana.
1626 Los jesuitas fundan la primera iglesia cristiana en el Tibet.
1629 Se restituyen, en Alemania, las propiedades confiscadas a la Iglesia.
1630 Expedición puritana inglesa parte a Massachusetts y funda Boston. Gustavo Adolfo de Suecia invade Alemania.
1631 Los protestantes alemanes se alían con los invasores protestantes.
1632 Gustavo Adolfo vence a los católicos y se apodera de Munich, y Nuremberg.
1633 La Inquisición obliga a Galileo a abjurar de las teorías de Copérnico. Primera congregación baptista en Londres. Los buque "Ark" y "Dove" llevan una expedición para fundar una colonia católica en Maryland. En Obberammergau (Baviera), para interceder contra la peste, se representará, a partir de 1634, La Pasión, cada 10 años (hasta hoy).
1634 Los suecos son derrotados y los imperiales recuperan Wurtemberg y Franconia. Colonos católicos en Maryland.
1635 Se firma la Paz de Praga entre el emperador y el elector de Sajonia: la guerra (de los Treinta Años), se reduce a un conflicto de Francia y Suecia contra los Habsburgo. El jesuita Alieno escribe una vida de Jesús en chino. Primera escuela secundaria de Norte América en Boston. Los holandeses ocupan Formosa, las Islas Vírgenes y la Martinica.
1636 Rhode Island proclama la libertad de cultos. Se funda el Colegio de Harvard.
1637 El cristianismo es proscrito en Japón, se prohíben los libros extranjeros y el contacto con Europa. "El Discurso del Método" de Renato Descartes.
1638 En Escocia, los presbiterianos se oponen a la liturgia anglicana; oposición que terminará en guerra civil. Los suecos se establecen en la desembocadura del río Delaware (Nueva Suecia).
1639 La primera imprenta de Norte América, en Harvard College, Cambridge (Massachusetts).
1640 Publicación póstuma del "Augustinius" de Jansen, refutando a Molina. Francisco de Quevedo publica "Providencia de Dios". Los suecos se retiran de Bohemia.
1641 Rebelión católica en Irlanda, masacre de protestantes en Ulster.
1642 Guerra Civil Inglesa: triunfo de los puritanos (se cierran todos los teatros hasta 1660). El papa reduce a 32 las festividades anuales, condena a Jansenio. Educación primaria obligatoria en Massachusetts.
1643 Tratativas de paz (Guerra de los Treinta Años) en Munster y Osnabruck. "Principia Philosophicae", de Descartes. Roger Williams proclama la separación de la Iglesia y el Estado.
1645 Reunión preliminar de científicos londinenses para establecer una Sociedad científica (la Royal Society).
1646 Los suecos toman Praga y junto con los franceses invaden Baviera.
1647 En Inglaterra George Fox (fundador de los cuáqueros) inicia su predicación. La iglesia es separada del estado en Rhode Island. Los curas católicos no pueden entrar a territorios puritanos en Massachusetts. Los luteranos aceptan como correligionarios a los calvinistas. Levantamiento contra los españoles en Nápoles.
1648 Paz de Westfalia, pone fin a la Guerra de los Treinta Años, es condenada por el papa Inocencio X. "Pogrom" contra los judíos (odiados por ser publicanos para los polacos) en Ucrania.
1649 Decapitación de Carlos I en Inglaterra. Cromwell invade Irlanda. Inglés y no latín, como idioma legal en Inglaterra.
1650 El tratado de Nuremberg amplía la Paz de Westfalia. El obispo Ussher calcula cuándo inicio la creación, y determina que 4004 años antes de Cristo.

Referencias [<>] [\/] [/\]

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Notas de pie de página [<>] [\/] [/\]

[1] El presente artículo es el sexto sobre el tema de la historia de la cristiandad que publica Acta Académica, los otros han aparecido en lo números siguientes:
  1. La Iglesia Primitiva. De la libertad cristiana al obispado monárquico. De Pablo a Orígenes y Cipriano [50 al 250]. Acta Académica, Octubre 1989 - Mayo 1990, pp.19 a 29.
  2. Del Edicto de Milán al Cisma de Occidente, Parte I: La Iglesia Triunfante. Del Edicto de Milán a Gregorio Magno. Acta Académica, Mayo de 1991, pp.15 a 28.
  3. Del Edicto de Milán al Cisma de Occidente, Parte II: La Teocracia De San Agustín a Carlomagno y San Anselmo de Cantorbery. Acta Académica, Octubre de 1991, pp.11 a 22.
  4. La edad del totalitarismo religioso. De Gregorio VII a Erasmo de Rotterdam. Acta Académica, Noviembre de 1993, pp.15 a 34.
  5. La Reforma. De Lutero (1517) a la Paz de Augsburgo (1555). Acta Académica, Mayo de 1994, pp.20 a 39.
  6. La Contrarreforma. Del Concilio de Trento (1563) a la Paz de Westfalia (1648). Acta Académica, Noviembre de 1994, pp.9 a 24.
  7. Difusión Universal del Cristianismo, Parte I. De Jansenio (1650) a Pío VII (1823). De la Paz de Westfalia (1648) al Congreso de Viena (1815). Acta Académica, Noviembre de 1995, pp.7 a 26.
  8. Difusión Universal del Cristianismo, Parte II. De religión redentora a cosmovisión triunfalista. Del Congreso de Viena (1815) al I Concilio Vaticano (1870). Acta Académica, Mayo de 1998, pp.101 a 108.
  9. La Cristiandad en el Mundo Actual. Del Concilio Vaticano I (1879) al Concilio Vaticano II (1962­5). De León XIII a Miguel Gorbachov. Acta Académica, Noviembre de 1998, pp.129 a 139.
  10. EPILOGO. Acta Académica, Mayo de 1999, pp.197 a 206.
El autor agradece cualquier comentario que los lectores deseen presentarle, los que pueden ser enviados a:
Alberto Di Mare, Apartado Postal 4249, 1000, San José, Costa Rica,
por correo electrónico a alberto@di-mare.com o al fax (506) 438-0139.



[1] It has always belonged to the office of magistrate to maintain God's Word and true divine services and to protect the common good. (Ozment, pag. 98).
[2] Temporal government has laws that extend no farther than to life and property and external affairs on earth, for God cannot and will not permit anyone but himself to rule over the soul or guide it...If, therefore, your prince.... commands you... to get rid of certain books, you should said....'Gracious sir, I owe you obedience in body and property; command me within the limits of your authority on earth, and I will obey. But if you command me to believe or to get rid of certain books, I will not obey; for then you are a tyrant... you have neither the right nor the authority to do so' (Ozment, p. 126).
[3] As early as 1522, Luther declared himself to be "always on the side of those against whom insurrection is directed, no matter how unjust their cause, and opposed to those who rise up in revolt, no matter how just their cause".
[4] Hasta nuestros dís en que se han abierto oportunidades en paridad de condiciones que pare el hombre, en la industria y las profesiones.
[5] I will concede that the Word of God has not yet brought forth any [moral] fruit or improvement. Still, everyone must admit that we are better off having been shown the true path to salvation through the preaching of the clear Word of God than we would be if we remained forever in the old error and ignorance of doing many external works and believing them to be good. (Lazarus Splenger, "Verantwortung...", Augsburgo, 1524; citado por Ozment, p.66).
[6] Protestantism is a religion that has won battles, but never the war.... The limited appeal of Protestantism, existentially and intellectually, is not difficult to explain and should have been expected. Traditional Catholic piety and folk believes are far older and richer religious systems. They are arguably more emotionally involving for their adherentes. They also accomodate human frailty and folly more conscientiouly and with greater enterprise than their Protestant counterparts.... Protestant faith by comparison has seemed all too simple and austere a religion, the spiritual equivalent of a sobering cold bath.

Referencias bibliográficas [<>] [\/] [/\]

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Indice [<>] [\/] [/\]

[-] ANTECEDENTES Y SIGNIFICACIÓN DE LA CONTRARREFORMA
[-] LA REFORMA CATÓLICA SE TRANSFORMA EN COMBATE A LA HEREJÍA
[-] EL CONCILIO DE TRENTO (1545-63)
[-] LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS (1618-1648)
[-] CONTRARREFORMA Y RESURGIMIENTO DE LA VIDA RELIGIOSA
[-] El Misticismo
[-] La actividad misionera
[-] CONCLUSIÓN
[-] VICISITUDES DE LA CRISTIANDAD (1555-1650)

Notas de pie de página
Referencias bibliografícas
Indice
Acerca de los autores
Acerca de este documento
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Acerca del autor [<>] [\/] [/\]

Alberto Di Mare: Cofundador, Ex-Canciller, Cuestor, Director Ejecutivo, Benefactor, Doctor Honoris Causa y Catedrático de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA); Deán, Ex-Maestrescuela y Tutor de la carrera de Economía en el Stvdivm Generale Costarricense de esa Universidad. Antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica, Ministro de Planificación (1966-1968), Director del Banco Central de Costa Rica (1968-1970). Ex-Presidente de la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) y de La Academia de Centroamérica. Columnista de La Nación, escritor de innumerables artículos. Miembro de la Sociedad Montpèlerin. Nació en 1931, está casado con Annemarie Hering, 4 hijos, 4 nietos.

[mailto] Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>


Acerca de este documento [<>] [\/] [/\]

Referencia: Di Mare, Alberto: La Contrarreforma Del Concilio de Trento (1563) a la Paz de Westfalia (1648), Revista Acta Académica, Universidad Autónoma de Centro América, Número 15, pp [9­24], ISSN 1017­7507, Noviembre 1994.
Internet: http://www.di-mare.com/alberto/acta/1994nov/adimare.htm
Autor: Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>
Contacto: Apdo 7637-1000, San José Costa Rica
Tel: (506) 234-0701       Fax: (506) 438-0139
Revisión: UACA, Enero 1998
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