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Revista
Acta Académica


Universidad Autónoma de Centro América 

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Sobre la libertad
-diálogo interdisciplinario-


Esta conversación entre dos viejos amigos, Alberto Di Mare –economista– y Claudio Gutiérrez –filósofo– tuvo efectivamente lugar durante una soleada mañana de diciembre de 1995 en La Guácima de Alajuela. This conversation between two old friends, Alberto Di Mare –economist– and Claudio Gutiérrez –philosopher– took place in a sunny morning on December 1995, at La Guácima de Alajuela.

Claudio: Tu conferencia con motivo de la aceptación del premio de la libertad de la ANFE constituye un excelente pronunciamiento ético-político. Me hizo pensar mucho; te lo agradezco. Podría decir que básicamente admito todas sus tesis.

Alberto: Mejor decir, el 99% de ellas, para no respaldar los anacolutos.

Claudio: Aceptando las tesis en sí mismas, siento sin embargo que tienen dos consecuencias inquietantes que vale la pena examinar en esta entrevista. Yo entiendo tu posición como esencialmente darvinista, lo cual también acepto, pues me considero también darvinista. A lo que tengo que hacerte referencia es a dos implicaciones, que al extenderse a la política o a la vida social, parece tener el darvinismo. La primera es que el darvinismo actúa, desde luego, sobre poblaciones, y en consecuencia no guarda consideraciones al individuo. Y la segunda es la escala, pues el darvinismo actúa en una escala enorme. Un instante se calcula que son 100.000 años. Es decir, la unidad temporal mínima son 100.000 años. Eso, desde el punto de vista de política social, o de desarrollo –como queramos llamarlo– tiene la consecuencia de que los individuos son sacrificados inmisericordemente para lograr, a un extraordinariamente largo plazo, el bienestar general. Entonces, ¿cómo ves eso?

Alberto: Esa interpretación es bastante apretada; ni el darvinismo, ni la evolución, requieren esas premisas. Esos lapsos desmesurados se requieren para eliminar la hipótesis de un creador o una creación inteligentes, a Dios, sustituyéndolo por eones de acumulación de pequeñas variaciones que hacen razonable la aparición de un orden espontáneo.

Claudio: Bueno, ese es el darvinismo en que yo creo.

Alberto: Pero ese enfoque del darvinismo es necesario para ese propósito.

Claudio: No, no. No tiene ningún propósito. Es una comprobación de las leyes naturales...

Alberto: Admitido, pero no es necesario partir de allí para una teoría de la evolución, la cual nació en las ciencias sociales. Darwin la adaptó a las ciencias biológicas, y no al revés, y en el ámbito social nunca se ha pensado en lapsos prolongadísimos de tiempo.

Claudio: Bueno, el punto de vista de Malthus.

Alberto: Básicamente, Darwin toma de Malthus la idea fundamental, la de la selección natural, y en las ciencias sociales nunca se pensó en períodos de tiempo como los que necesitaba la geología. Malthus[1] y todos los economistas, todos los que estaban construyendo las ciencias sociales, no estaban pensando en períodos de esa magnitud. Igual les daba una teoría –si querés decile una subteoría– carente de los aspectos que señalaste. Entre los clásicos de la teoría económica, hay un desentenderse del individuo particular, porque tratan de explicar lo general, por la actuación de causas asimismo generales. Pero la ciencia económica, allá por el 1870[2], cambió de orientación con la revolución marginalista, la revolución psicologista.

Claudio: ¿Ahí es donde comienza lo del "neo"?

Alberto: La escuela neoclásica empieza ahí, sí. La economía cambia totalmente: se le da vuelta a la tortilla y todo se plantea a partir del individuo. Toda la economía empieza a construirse a partir del actuar individual. Las colectividades son un derivado de lo que hacen los individuos. Y este nuevo planteamiento no depende de aceptar o rechazar el darvinismo; las distintas concepciones científicas aceptan todas, deben aceptar, el darvinismo, porque solo la evolución te permite organizar la experiencia científica.

Claudio: La experiencia biológica.

Alberto: Pues no, la histórica también.

Claudio: En la medida en que es extensión de la biológica.

Alberto: Entonces, no hay por qué abandonar el interés del individuo, ni hay por qué sacrificarlo, ni hay por qué posponerlo. Creo que eso es lo que estás diciendo.

Claudio: Bueno, lo que estoy diciendo es que tus ideas tienen sentido, y yo las acepto, porque están enmarcadas dentro de una concepción darvinista. Ahora, si vos me decís que a partir de 1870 la economía se independiza del darvinismo...

Alberto: No, no, no quiero decir tal cosa...

Claudio: ... me quitás la base para aceptar tu punto de vista.

Alberto: No, es imposible independizarse del darvinismo.

Claudio: OK.

Alberto: Es más, el darvinismo es incluso un programa, no es ni tan siquiera una teoría, es metateórico, por así decir.

Claudio: Es la manera de hacer ciencia.

Alberto: Exacto. Consecuentemente, una ciencia individual o individualista no tiene porque renunciar al darvinismo, que es cosa imposible de hacer, ni por qué, aceptándolo, caer, por implicancia, en negar campo para el individuo.

Claudio: OK. Entonces tenés que aclararme cómo es posible que el individualismo llegue a convertirse en una herramienta de tu teoría a partir del darvinismo. Parece una contradicción en términos.

Alberto: Lo podemos ver en el darvinismo; igual a como lo hace en el darvinismo. El darvinismo no puede actuar sino es a través del individuo. El darvinismo trabaja en eones, instantes de 100.000 años, pero antes de eso está actuando el individuo.

Claudio: Todo el tiempo, es lo único que actúa.

Alberto: Exactamente. No es que el darvinismo implica olvidarse o no tener la perspectiva individual.

Claudio: No, no, no.

Alberto: Cuando uno explica los resultados, se olvida de ella.

Claudio: Lo que yo estaba diciendo es que tu teoría es desconsiderada con el individuo, porque en realidad la preservación...

Alberto: No, porque es una teoría de los individuos.

Claudio: ... de los genes (más que de los individuos: las unidades evolutivas son los genes y no los somas o cuerpos)...

Alberto: Debemos ir con cuidado, esto puede ser terreno de la socio biología, donde empieza la metafísica y podés caer en eso del selfish gene...

Claudio: Bueno, es que ...

Alberto: El cual es un modo de explicar las cosas, como la teoría atómica es un modo de explicar la materia inorgánica: no tiene por qué ser así, no es que el gen sea el que está actuando, simplemente el que sobrevive es el gen. Una cosa es actuar y otra sobrevivir.

Claudio: No, porque el mecanismo...

Alberto: Se trata de una teoría de la supervivencia, pues no podría ser de otra manera.

Claudio: No, incluso si lo ves como una teoría del desarrollo, ¿verdad? Siendo una teoría del desarrollo, es una teoría en la cual lo importante son las poblaciones; es en ese sentido.

Alberto: No, es que no podés apartarte del evolucionismo. El evolucionismo ni tiene razón ni está equivocado: es el único punto de vista posible.

Claudio: ¿Es una verdad necesaria?

Alberto: Si querés. Es el único punto de vista posible. Vos, cuando empezás a hablar de lo que existe, tenés solo lo que existe, solo lo que ha sobrevivido.

Claudio: Claro.

Alberto: Lo demás no está.

Claudio: Exacto.

Alberto: No podés hablar de lo que no está.

Claudio: ¡El principio antrópico!

Alberto: Yo lo concibo como una explicación histórica. Una explicación que uno da después de que sucedieron los hechos, para entenderlos y de alguna manera catalogarlos. Pero no es que el "mecanismo" sea lo que está actuando. El que está actuando es el individuo.

Claudio: No, lo que está actuando es un algoritmo, a saber: la selección natural.

Alberto: La única manera que tenemos de explicar es suponer que hay una selección natural.

Claudio: OK, pero...

Alberto: Es un deus ex machina.

Claudio: No, ¡qué va! Es la explicación.

Alberto: Precisamente, es la explicación, es una construcción intelectual.

Claudio: Las explicaciones tienen la virtud de ser también predictivas. Nos interesan precisamente porque son predictivas. Son causales.

Alberto: Si elegimos ese camino y nos descuidamos, esto va a acabar en religión, porque de causa eficiente vamos a caer en causa final, en una argumentación teleológica.

Claudio: No, causales en el sentido en que lo entiende la filosofía de la ciencia contemporánea, que no tiene nada de metafísico.

Alberto: La causación es un argumento peligroso, por cuanto dimana del modo en que nuestra inteligencia organiza las cosas. No hay ninguna razón para que en la naturaleza exista la causalidad, por ello presuponerla nos lleva volente nolente a las más inesperadas conclusiones, que son generalmente retóricas más que exclusivamente racionales.

Claudio: No estoy seguro. Pero está bien, no hagamos metafísica. Si me lo aceptás como un mecanismo explicatorio es porque es un mecanismo predictivo, y nos interesa más como predicción que como explicación.

Alberto: Siempre todo mecanismo explicatorio nos interesa principalmente por su capacidad de predicción.

Claudio: Exacto.

Alberto: La curiosidad hacia el pasado no tendría sentido, por ella misma, lo tiene porque es "maestra de la vida", porque suponemos que predice y nos permite acomodarnos a las cosas, con muy pocos datos y unos cuantos esquemas.

Claudio: Recordá que estamos interesados en la aplicación social, o económica o política.

Alberto: No deberíamos limitar tanto la aplicación de las conclusiones, pues el problema es puramente epistemológico. Es lo mismo fuera lo que fuera. Lo mismo para biología que para mecánica.

Claudio: Exactamente.

Alberto: Lo que sucede es que la mente nuestra no es capaz de disponer de suficientes datos para resolver, prácticamente, los problemas que enfrenta. Tal vez solamente en matemáticas es donde haya una plétora de datos que nos permita disponer de todos los elementos de juicio necesarios para resolver los problemas. En todo lo demás, estamos constreñidos a, con muy pocos síntomas, derivar qué es el ser con que estamos interactuando. Necesitamos la explicación para saber si estoy hablando con Claudio o estoy hablando con mi hija. O a cincuenta metros de distancia, para saber quién se acerca.

Claudio: Yo veo muy poco.

Alberto: Entonces, eso de la causalidad, toda la runfla de conceptos de la epistemología, derivan de la necesidad de proceder conservadoramente, de proceder mediante esquemas. La evolución es un esquema. Eso no quiere decir que no haya nada más, por ejemplo, en los esquemas que aplicamos en economía no hay un rechazo a lo individual. Los geólogos no estaban diciendo: "Nos importa un pepino cada fósil; lo que nos interesa son los estratos". Los fósiles les pusieron en evidencia que había una actuación colectiva.

Claudio: El sentido en que el individuo es desatendido, desde el punto de vista epistemológico, en el darvinismo, es que los individuos son sacrificados para ( y el "para" es solo una manera de hablar) lograr una población mejor adaptada. La adaptación, por definición, es la muerte de los individuos desadaptados. Y esto en economía es clarísimo.

Alberto: No es la muerte. La menor difusión.

Claudio: La muerte antes de la procreación.

Alberto: Sí, pero eso es lo que sucede. No hay un designio para eso.

Claudio: No hay ningún designio...

Alberto: Para nada, pero hay que cuidarse porque los designios se van metiendo de camino, se pegan como el polvo de las carreteras.

Claudio: De acuerdo.

Alberto: Y de repente caemos en la cuenta de que, donde no había designio, todo es designio.

Claudio: Pero permitime recordarte que el motivo de tu discurso es la exaltación de la libertad dentro de un contexto eminentemente ético.

Alberto: O evolucionista.

Claudio: Claro. Pero yo por lo menos me permití interpretarlo como una defensa de la libertad. El tan merecido premio te lo daban por tu defensa de la libertad como un valor político, que en el fondo corresponde a una visión utilitarista que afirma que esta es la manera de asegurar el mayor bienestar para el mayor número.

Alberto: Está bien.

Claudio: Entonces, poniéndonos como abogado del diablo, ¿qué restricciones o escrúpulos puede tener una persona, como mi esposa –que es antropóloga y voluntaria de instituciones benéficas, y se preocupa mucho de estos asuntos –, o como Rebeca Greenspan –nuestra exalumna y Vicepresidente, autora y responsable del plan nacional vigente para combatir la pobreza–, para aceptar un esquema de esa naturaleza? Bueno, me parece que podrían ver dos, repito, implicaciones inquietantes. En primer lugar, aquí no hay la menor preocupación por defender a cada persona, porque esas personas van a ser sacrificadas para obtener ese equilibrio de que hablan los economistas marginalistas. En segundo lugar, tampoco hay ninguna urgencia para resolver los problemas.

Alberto: Es otro malentendido. Las dos cosas son malentendidos.

Claudio: Aclarámelos, pues, antes de que pase a hacerte otras observaciones de carácter más positivo.


Alberto: Vámonos a la geología. No es por salirme de las ciencias sociales. Cuando uno habla de geología puede ser muy imparcial. En las ciencias sociales ya no puede uno serlo.

Claudio: Siento que me estás cambiando radicalmente el contexto, porque en la geología no se da lo esencial común al darvinismo y a la economía, a saber, la existencia crucial de replicadores: los organismos en la biología y –digamos– las empresas en la economía. O si querés, los genes y las habilidades empresariales.

Alberto: Hablar de genes en el darvinismo no tiene sentido, porque Darwin no tenía la menor idea sobre los mecanismos reproductivos; que solo se descubren en este siglo.

Claudio: Cierto, pero no lo es menos que la teoría supone la existencia de la reproducción, y de la sucesión de generaciones. La teoría, como la formuló Darwin, era incompleta.

Alberto: ¿Cómo, incompleta? Era falsa. La teoría no se sostenía, hasta que Weismann vino a ayudarla proporcionándole los elementos explicatorios que necesitaba, y que Darwin no conocía.

Claudio: Tengo muchas reservas sobre la calificación de "falsa" dada a una teoría simplemente porque omite información de detalle sobre los mecanismos que la integran. En ese sentido todas las teorías científicas serían falsas, puesto que cada gran paradigma tiene que ser "articulado" (en el sentido inglés) por una sucesión de investigadores que trabajarán varias generaciones bajo su palio (como muy bien lo explica Thomas Kuhn).

Alberto: Pero sea como sea, mi referencia a la geología la intento solo para hacer una analogía. Cuando empezás a estudiar los movimientos que tienen inmensas masas de tierra, te das cuenta de que implican larguísimos lapsos –la teoría de la evolución comenzó cuando fue claro que esos movimientos no podían acomodarse en cuatro mil años, por entonces la edad aceptada para el Universo–. Pero eso no quiere decir que el mismo geólogo que llega a esas conclusiones, cuando va a construir una casa se desentienda de los problemas inmediatos, del aquí y el ahora.

Claudio: Los geólogos no construyen casas. Para ese propósito es mejor que llamen a un arquitecto.

Alberto: Por lo menos me concederás que puede decir algo sobre la constitución del suelo donde va a construirse su casa. O sobre las fallas geológicas o vetas volcánicas, y las necesarias medidas precautorias contra movimientos sísmicos, digamos en San Francisco de California, o en nuestro Valle Central, en Alajuela o Puriscal.

Claudio: Está bien.

Alberto: No se está desentendiendo ni del problema concreto ni del problema inmediato. Lo que pasa es que conoce, además, una tendencia –en escala de miles de años– de la que no se quiere desentender. Lo mismo sucede en lo económico.

Claudio: Explicate.

Alberto: El punto esencial de mi defensa de la libertad es insistir en la impracticalidad de la tecnología social. Sabemos demasiado poco sobre ciencias sociales como para imponer criterios a los demás, impidiéndoles el ejercicio de los mecanismos espontáneos (de tipo darvinista, por cierto) que asegurarían, si no impedimos su ejercicio, la consecusión de la solución óptima asequible. Ese es el esquema económico. Es un esquema y por ende no pretende abarcarlo todo. Hay dos cosas que pueden quedar por fuera, y que son perfectamente válidas. Puede ser que la humanidad consiga conocimientos concretos con muy alto grado de confiabilidad y sobre materias importantes para la supervivencia de los individuos y de la sociedad y entonces en dicho campo no tendría utilidad la multiplicidad de iniciativas, la libertad.

Claudio: El caso de las vacunas contra ciertas enfermedades es un buen ejemplo. No puede invocarse la libertad para oponerse a una campaña de vacunación contra un azote terrible como la poliomielitis, por ejemplo.

Alberto: Así es. En ese caso faltaría el fundamento de la ignorancia en que se basa el postulado de la libertad. Lo segundo se refiere a la necesidad de apagar incendios: en tiempo de calamidad pública, la autoridad social está moralmente respaldada para tomar medidas que restringen la libertad en favor de la solución de un problema gravísimo y urgente.

Claudio: Un buen ejemplo sería haber cerrado las vías de comunicación a la circulación de vehículos privados, lo que no se hizo después del terremoto de Cobe, con resultados desastrosos.

Alberto: Sí. Lo interesante en estas circunstancias es poder actuar aunque la ignorancia esté presente, pues in extremis es justificado –incluso obligatorio– intentar cualquier cosa.

Claudio: Todo lo que has venido diciendo es coherente y válido, y te lo acepto. El problema que veo es que me parece que te estás desdiciendo de tu tesis central en el pronunciamiento sobre la libertad. En el siguiente sentido: en tu discurso hiciste la diferencia entre la posición liberal conservadora y la posición radical propia de la Revolución Francesa. Específicamente, hiciste una mención muy interesante del lema de esa revolución, "Libertad, Igualdad, Fraternidad", y sostuviste que los franceses tuvieron que agregar las dos últimas palabras del lema porque...

Alberto: ...creían que de la libertad no se seguían.

Claudio: Vos estabas sosteniendo en ese discurso, por lo menos como yo lo entendí, que la libertad es suficiente, que no hay necesidad de más. Y precisamente lo que estás diciendo ahora es que no, que a la libertad, como esquema darvinista, habrá que agregarle otras cosas en el momento de "construir la casa". Permitime referirme a otra incongruencia que noto en lo que acabás de decir. Pusiste un gran énfasis en la falta de conocimiento, y ahora lo estás renovando. Como crítica al tecnócrata planificador. Y yo te lo acepto. Pero, en realidad, ese aspecto negativo de tu posición se complementa con un aspecto positivo, un poco escondido, tal vez inconsciente, de que, bueno, el big brother sabe más, y el big brother es la naturaleza. O sea, nosotros no sabemos, pero la naturaleza sabe. Eso es darvinismo, y te lo acepto también. Pero ese big brother, ese mecanismo automático, es el que no ha considerado al individuo. Al individuo lo va a considerar la persona pensante, el razonador que está construyendo, el ingeniero, por ejemplo. Y con esto dejo preparado una conexión con un campo que quiero explorar, que es el campo de la racionalidad. En el fondo –y con esto te muestro mis cartas– lo que yo quiero es crear un nicho para la racionalidad dentro de la vida política y la reforma social.

Alberto: ¿Big Brother knows better? No. Ni siquiera si Big Brother fuera la naturaleza. Lo que sucede es que son situaciones tan cambiantes, tan imposibles de predecir, tan contingentes, que el único que puede resolver los problemas es el que está ahí, no el que está arriba, "en el cielo", esté donde esté, tenga los poderes que tenga. Es imposible que alguien conozca las situaciones concretas. En cualquier sistema, sea como sea, hay que dejar ámbitos inmensos de libertad.

Claudio: ¿La naturaleza tampoco sabe? Lo que pasa es que la naturaleza se adapta –y esto es una forma de sabiduría– sacrificando a los individuos.

Alberto: La naturaleza no existe como unidad, como globalidad. Y además no sabe, no conoce. Saber, conocer, implica reflexionar.

Claudio: No, no, no. No necesariamente. Por ejemplo, Daniel Dennett en su más reciente libro, Darwin's Dangerous Idea, sostiene –y ese es el aspecto más interesante de la obra– la identificación entre la biología y la ingeniería. Y la identificación del research and development de las grandes corporaciones con lo que hace el algoritmo de selección natural –que se equipara a un proceso lento, pero seguro, de investigación y desarrollo–. O sea, que sí puede haber conocimiento que no es reflexivo, puesto que puede haber desarrollo (basado en la correspondiente investigación) que no es consciente: el que realiza la evolución por ensayo y error a lo largo de los eones. Perfectamente podemos decir que la naturaleza aprendió a construir un ser humano, y por ende sabe construirlo.

Alberto: Hay un argumento común a todas las posiciones anti-evolucionistas, a saber, que cualquier sistema racional sería más rápido, más económico[3].

Claudio: Yo no he usado ese argumento.

Alberto: No, no.

Claudio: Ni tampoco Dennett lo usa.

Alberto: Pero sí lo estás diciendo, porque estás implicando que vale mucho la pena invertir en investigación porque resulta muy productivo.

Claudio: Creo que estaría de acuerdo con eso, pero se sale del asunto que discutimos. Solo buscaba sustentar la posición de que sí existe una forma de conocimiento objetiva, independiente de la conciencia, y es la que logra la naturaleza (o la selección natural, si preferimos evitar personalizar el proceso). Pero por supuesto, el research and development es una continuación de la evolución y es más eficiente.

Alberto: Hay un adagio que dice que el que no sabe historia está condenado a repetirla, a lo sumo, a eso se reduciría la pretendida mayor eficiencia.

Claudio: Si por un momento eliminamos del panorama la intervención del Estado (por ejemplo, su financiación a las universidades para que hagan investigación), podemos imaginar la acción de las corporaciones en investigación y desarrollo como la prolongación de la historia precientífica, y esta como la continuación de la evolución por selección natural. Todo puede verse como un solo proceso de desarrollo del conocimiento. La reflexión intervendría solamente en las últimas etapas.

Alberto: Lo que decís es una gran verdad, pero como todas las grandes verdades hay que tomarla "con un grano de sal", condimentarla, no consumirla cruda. Corresponde incluso a una escuela dentro de los liberales que se llamó iluminismo. La "iluminación" fue eso: difunda el conocimiento y la ciencia y, eventualmente, tendremos el paraíso. Y no es que estuvieran equivocados. Lo que sucede es que aquí interviene el error del liberalismo radical francés, que es creer que todas las reglas a que se va a llegar por tanteo y error son predecibles racionalmente. Entonces, uno podría imponerlas en nombre de la razón, que fue precisamente lo que hizo la Revolución Francesa. Impuso las reglas de la libertad dictatorialmente.

Claudio: Reclamo en este momento el derecho de desembarazarme de un radicalismo à la Robespierre. Reconozco que, como te lo había anticipado, yo quiero tallar un nicho de racionalidad dentro de la tesis económica darvinista (llamémosla así), pero sin renunciar a esa perspectiva básica. Permitime trazar algunas grandes líneas de cómo sería eso posible. Ya existen actualmente corrientes importantes dentro de la investigación y la teoría neurológicas que tratan de explicar la racionalidad con base en el algoritmo de selección natural[4]. Esta selección natural se realizaría dentro del cerebro, en un individuo humano concreto, de modo que el elemento poblacional necesario para la teoría lo proporcionaría una multiplicidad de neuronas, o más exactamente, de configuraciones neuronales.

Alberto: Sí. Bueno, eso puede ser así, o no. Si están investigando, debemos esperar los resultados de la investigación para destruir lo que está hecho, o para cambiar criterios vigentes. Pero la gran diferencia con el liberalismo inglés es que este tipo de liberalismo nunca supuso que se sabían las respuestas. Incluso los iluministas ingleses, que fueron mucho menos radicales que los franceses, están de acuerdo en la posición básica de que no sabemos cómo se resuelven los casos concretos. La receta es, entonces, dejar que cada persona tantee, por trial and error, la búsqueda de soluciones a los problemas concretos. Hume es un caso ejemplar; es iluminista, pero "a la inglesa", y por ello le atribuye una preponderancia extraordinaria a la costumbre como maestra de la vida, en perjuicio de la racionalidad propiamente dicha. Si comparamos un código napoleónico y una costumbre de la common law inglesa, ambos son liberales. Pero el primero es cartesiano, es decir eminentemente racional y hasta matemático; el segundo en cambio no, es más bien tanteo y error.

Claudio: Bueno, pero estás ya admitiendo que la naturaleza conoce. La naturaleza aquí incluye a la sociedad. Pues a través de todas esas pruebas que se hacen se va edificando el conocimiento.

Alberto: Pero es que usás un lenguaje que no me gusta, y que es muy spenceriano. Como si la sociedad fuera un organismo. Como si fuera casi otro animal. Como si fuera una cosa biológica.

Claudio: Bueno, lo es. Las poblaciones son la unidad de la biología.

Alberto: Lo es y no lo es. Tiene muchos aspectos "colectivos", en demografía, en duración de la vida humana, en mediciones que podés tomar, que podés construir. Casi un animal.

Claudio: Pero es que no podés ni siquiera entender lo que es la sociedad moderna sin, por lo menos con una alegoría fuerte, pensar en ella como un organismo. Donde la circulación de la información puede tener el papel de la circulación de la sangre, por ejemplo.

Alberto: Dejémoslo en alegoría. A mí, no me gusta. Para mí hay palabras que me sugieren otras cosas.

Claudio: Hay un esfuerzo colectivo permanente de la humanidad por hacer avanzar la ciencia.

Alberto: Sí, sí. Y el hecho de que sea inconsciente, de que nadie se lo proponga, no importaría, porque igual sucede con mis células. Pero me parece que es un poquito forzar las cosas. Cuando uno hace alegorías corre siempre el riesgo de transferir del objeto análogo (en este caso el animal) al analogizado (en este caso la sociedad) algunos aspectos que de ninguna manera le son adecuados.

Claudio: Pero restablezcamos el foco de la conversación. Vos cuando te referiste a "la construcción de la casa", en ese momento te desvinculaste del monismo que defendiste en tu discurso. Decías ahí que la libertad es lo único necesario, y ahora decís que hay otras cosas también necesarias.

Alberto: Lo fundamental es que la tesis liberal (conservadora) no se desinteresa de lo individual, puesto que el sistema actúa siempre por medio de los individuos. Tampoco implica que sea imposible hacer algo por los individuos. Lo esencial de la teoría es que uno no debe hacer, ni cuando actúa por medio de individuos ni cuando se preocupa por ellos u ocupa de ellos, nada que vaya contra el marco general de referencia, que pueda echar a perder todo el aparato. Sería como intervenir en el cerebro chambonamente y provocar ahí destrozos irreparables. Lo cual no quiere decir que poco a poco no puedan irse perdiendo libertades en ciertas áreas, conforme avanza el conocimiento, porque –debemos recordar– el fundamento original de la libertad es el estado generalizado de ignorancia. Ya mencionamos antes el caso de la vacunación. No hay, normalmente, libertad de negarse a aceptar una vacuna, dentro de una campaña contra alguna enfermedad infecto contagiosa. No debemos convertir la libertad en un derecho humano sagrado e inviolable, olvidándonos de que es un mecanismo para lograr un fin.

Claudio: Frente al conocimiento seguro nadie tiene libertad.

Alberto: Correcto.

Claudio: Por supuesto que no hay conocimientos seguros, pero lo mismo valdría para conocimientos muy probables.

Alberto: Sí. Los campos de libertad se van perdiendo, en la misma medida en que avanza la ciencia. En matemáticas, un estudiante no tiene libertad de usar cualquier método para resolver un problema; solo puede usar el método que sirve.

Claudio: Como tampoco hay libertad para enseñar el creacionismo en las escuelas.

Alberto: Bueno, todavía hay una corriente dentro del darvinismo que se denomina puntualismo, y que se parece muchísimo al creacionismo. Es una doctrina defendida por el biólogo Gould[5].

Claudio: Al respecto te remito a la amplia crítica que hace Dennett de esa doctrina en el libro antes mencionado. Entonces quiere decir que estás abriendo un espacio para otros mecanismos, para otras agencias, en la medida que haya conocimiento razonablemente seguro. La libertad es omnímoda donde no hay conocimiento, o el conocimiento es inseguro.

Alberto: Te voy a poner un ejemplo. Supongamos que hay un sistema monetario específico que es el que tiene un pueblo, y lo ha tenido por un tiempo considerable. Digamos, banca central y moneda de curso forzoso. Hay una serie de reglas, muy bien establecidas, que se imponen al banco central y a quienes trabajan ahí para que operen de determinada manera. ¿Con qué objeto? Con el objeto de que no se cree inflación, porque ese es un sistema muy propenso a crear inflación –eso se sabe de manera razonablemente segura–. Por eso se le ponen a ellos una serie de reglas que de hecho eliminan la posibilidad de tanteo y error (es decir, de libertad). Si ese no fuera el sistema, si no hubiera moneda de curso forzoso, no debería haber ninguna regla, debería haber libertad, porque aquí estaríamos de lleno dentro del ámbito de la creatividad pura. Los individuos crearían tanta moneda como necesiten.

Claudio:¿Cómo se relaciona eso con el tema de la ignorancia y el conocimiento?

Alberto: Bueno, porque una vez que hay un sistema como el de banca central, hay un conocimiento muy claro de lo que sucede con ciertas medidas que tome el banco central. Es un sistema en que está monopolizada la emisión de moneda, manu militari, para que sea aceptada...

Claudio: Me parece un poco raro que pongás como ejemplo algo en lo que no creés, puesto que he leído varios artículos tuyos en que concretamente has propuesto la eliminación de la banca central en Costa Rica.

Alberto: No creo en el sistema porque lo considero ineficiente. Pero una vez que existe, encontrarás que hasta se otorgan premios nobeles a quienes, como Milton Friedman, explican las reglas de funcionamiento de instituciones que no deberían existir. Si estuviéramos en un sistema monetario natural, entonces toda esa ciencia no tendría aplicación.

Claudio: Con lo cual volveríamos al orden de la libertad, que es también el orden de la ignorancia. Aquí se me ocurre una objeción poderosa a la que te ruego referirte, aunque nos aparte un poco del tema. Si el sistema de banca central es un sistema bien conocido, que ha permitido crear reglas y establecer conocimientos de nivel tan seguro como para merecer premios nobeles a sus creadores, ¿cómo puede ser deseable abandonar ese campo seguro para aventurarnos en el campo de la libertad que es también el campo de la ignorancia? En esta conexión recuerdo la obra del economista Lowe que recomendaba crear rigideces en el mercado precisamente para hacerlo más predecible y, presumiblemente, edificar sobre él un orden social más seguro y justo.

Alberto: No conozco la obra de Lowe y no desearía criticarla desde el orden de la ignorancia, pero crear rigideces en el mercado para hacerlo más predecible y consecuentemente más seguro, e incluso más justo, es obra imposible, por lo menos a largo plazo o, como ahora se estila decir, en forma sostenible. Las rigideces que se introduzcan en cualquier mercado implican impedir que las acciones individuales resuelvan adecuadamente los problemas que enfrentan, los cuales, en razón de dichas reglas, no pueden entonces enfrentarse adecuadamente, sino conforme a una regla ajena a las circunstancias y adecuada, necesariamente, para otras diversas (precisamente, las que logran predictibilidad, seguridad y justicia).

Claudio: Pero, no entiendo, precisamente has dicho que hacer algo predecible, seguro y justo creando rigideces es obra imposible....

Alberto: Te lo aclaro con un ejemplo, que mejor sea de la tecnología que de la política: supongamos que se decreta una determinada tecnología como la adecuada para producir automóviles, como en su oportunidad se hizo (unos sesenta años atrás, por los nacionalsocialistas alemanes) con el auto popular o Volkswagen; si solo esa tecnología hubiese imperado, a pesar de que ha resultado ser magnífica, la tecnología automovilística se encontraría atrasada a más no poder, en relación con lo que se ha logrado en un entorno fluido, impredecible, riesgoso y (¡quizás!) hasta injusto; esto sería así por cada caso individual, y elevado a la enésima potencia si la intención de rigidez, predictibilidad, seguridad y justicia tratara de aplicarse no a una tecnología, sino a toda una sociedad. Resultaría precisamente el fiasco soviético o de la planificación central.

Claudio: Interesante, que simples tesis epistemológicas puedan tener tan importantes consecuencias de fondo. Por cierto, la epistemología de Lowe reduce por completo la economía a problemas tecnológicos, a pesar de que pretende todavía pasar por marginalista[6].

Alberto: Inicialmente los resultados de la rigidez artificial serían apoyados por muchos, porque estarían lográndose razonables porciones de predictibilidad y de seguridad; pero si a la par operasen sistemas fluidos, pronto aquella sociedad rígida se percataría de que estaba pagando un precio muy alto para lograr sus propósitos, o, dicho de otra manera, que era una sociedad muy pobre a la par de la vecina en que no había rigideces: entonces caería el muro de Berlín y todo lo que se opusiera a la fluidez, y se estaría en situación de tener que pagøar un alto precio por la glasnost y la perestroika.

Claudio: Pareciera que el caso de las dos Alemanias ha llegado a ser el mejor ejemplo de lo que los filósofos de la ciencia llamamos experimentum crucis . Pero volviendo al tema en que estábamos, considero que lo que concediste en relación con el conocimiento seguro y la indeseabilidad de la libertad en esos casos, es una enorme concesión.

Alberto: Es una grieta sobre la línea de flotación, no por debajo.

Claudio: Lo único es que es muy grande. Es muy grande porque si tomamos en cuenta el estado de la ciencia contemporánea y su dinamismo actual en las distintas disciplinas, la cantidad de conocimientos de los que podemos estar razonablemente seguros es inmensa. Tal vez en relación con las ciencias sociales la situación sea diferente.

Alberto: No veo por qué. Es igual. Porque las ciencias sociales tiene que ver con la manera en que los individuos y la sociedad aplican toda suerte de conocimientos (surgidos en todas las ciencias) a distintas situaciones vitales. En cuanto a la economía en particular, ella no tiene tantos conocimientos acumulados. Pero incluso hablando en general, creo que sos demasiado optimista sobre el estado de los conocimientos, y que en realidad hay mucho menos conocimientos seguros que los que creés que hay.

Claudio: El problema es de foco, porque en algún sentido nuestra ignorancia (de detalles cada vez más pequeños) siempre será infinita.

Alberto: Pero en general yo no creo que el conocimiento humano sea tan grande como vos creés.

Claudio: Bueno, tomemos el caso de la medicina. Ahí ha habido un enorme progreso en el conocimiento.

Alberto: Todos los médicos te lo dicen: hoy en día, cada cinco años la medicina se renueva.

Claudio: De acuerdo, pero gran parte de lo conocido sigue siendo válido.

Alberto: No tanto.

Claudio: Por ejemplo, tenemos un conocimiento bastante asentado del funcionamiento del sistema inmunológico. Muchos de los progresos actuales de la medicina dan por sentado ese sistema, y de lo que se trata es de apoyarlo en los casos en que se extravía, digamos con el virus del SIDA.

Alberto: Lo que afirmo es que los cambios de la medicina te hacen concebir casi todas las enfermedades de otra manera. Hay tan poco conocimiento seguro en medicina, que sigue siendo básicamente considerada como un arte, no como una ciencia.

Claudio: Probablemente nos estamos metiendo en honduras, al discutir detalles de un campo en el que no somos expertos.

Alberto: No discutamos de medicina. El punto que quiero subrayar es solo que si se impidiera la innovación en medicina nos quedaríamos atrasados. No hay un conocimiento seguro en el sentido de que la falta de libertad se justifique en este campo. Hay un conocimiento muy inseguro, puesto que es obvio que aquí debe mantenerse la libertad.


Claudio: Me parece oportuno en este momento introducir un tema nuevo en la conversación: el desarrollo de la ciencia. La historia de la ciencia puede concebirse básicamente como un sistema darvinista. Es un sistema en que impera la libertad de investigación e inovación de doctrinas, la libertad de contrastación de las teorías y el principio de la supervivencia de las más fuertes.

Alberto: ... de las más aptas.

Claudio: Me refiero a la expresión de Karl Popper, de que las teorías deben demostrar su "temple". Esa demostración debe darse frente a un ambiente hostil que le fabricamos artificialmente, con los intentos colectivos de demostrar que las teoría propuestas son falsas. Es muy interesante: se trata de un verdadero caso de selección natural, si tomamos la "crítica de los pares" como el ambiente natural de las teorías científicas. En este caso el "ambiente natural" lo constituye una actitud voluntaria e institucionalizada de la colectividad formada por los científicos, lo que supone la racionalidad de los individuos, capaces de tener propósitos, como por ejemplo, el de surgir en la carrera universitaria o ser promovido en un laboratorio de investigación.

Alberto: Aquí ya asoma el aspecto económico, porque esa organización de la ciencia se mantiene porque es productiva. Si no lo fuera habría desaparecido.

Claudio: De acuerdo. El mecanismo mismo ha sido seleccionado automáticamente, aunque el mecanismo incluya elementos esencialmente racionales: las mentes de los científicos.

Alberto: De acuerdo.

Claudio: Pero esta organización supone que hay otros mecanismos de tipo racional (que implican propósitos) y que son preexistentes a la organización. Necesitamos suponer la existencia de los científicos como seres racionales para que el esquema darvinista postulado por Popper pueda entrar en acción. De lo cual alguien podría sacar una conclusión antidarvinista y tal vez creacionista, pues parecería que la subjetividad racional tenga prelación sobre el automatismo de la selección natural de las teorías que demuestran su temple. Sin embargo, el estado actual de la investigación neurológica da ya base para opinar que esta posición no se justifica. En efecto, tenemos a la disposición explicaciones sobre el origen de la racionalidad individual basadas en una concepción darvinista. Me refiero sobre todo a las teorías de Gerald Edelman sobre el origen de la racionalidad, que coinciden con los productos de la evolución en otra rama del saber, la inteligencia artificial, donde el uso de los algoritmos llamados géneticos va obteniendo más y más preponderancia.

Hace un momento hablábamos del sistema inmunológico. Este sistema es un hermoso modelo de la transición entre la selección natural en el sentido más clásico y un tipo de selección natural capaz de explicar la racionalidad individual. Es un sistema inteligente, capaz de reconocer a los enemigos del cuerpo. Y lo más interesante es que el mecanismo que usa en este reconocimiento es precisamente asimilable a un algoritmo genético o de selección natural. Se basa en la existencia de replicadores, los anticuerpos, que se reproducen incialmente en forma aleatoria, en preparación para un posible uso contra eventuales invasores de forma todavía desconocida. Esta es una feliz ilustración del concepto que has estado defendiendo, de la necesidad de libertad (creatividad) frente a la ausencia de conocimiento. Estos anticuerpos se reproducen constantemente y crean variaciones aleatorias que los preparan frente a lo imprevisto, de manera parecida a como los organismos lo hacen, solo que a una velocidad mucho mayor; lo cual, incidentalmente, te da un buen argumento en relación con mi objeción del principio, de que los períodos de selección no tienen que ser en una escala geológica.

Alberto: Que sería también el caso de los virus, cuyo ciclo de variación es sumamente corto.

Claudio: Esta preparación (puramente automática, por supuesto) da lugar a que cuando sucede la llegada de un germen, algunos de los anticuerpos aleatoriamente diversificados constituyan un grupo capaz de enfrentar al invasor, con distintos grados de efectividad. Por un mecanismo de "reconocimiento al mérito", exactamente isomórfico al que se utiliza en los algoritmos géneticos de inteligencia artificial, los más eficientes entre ellos resultan reproducidos con generosidad, lo que resultará en una mayor capacidad del organismo para resistir sus futuras invasiones. Tenemos aquí un interesantísimo caso de evolución "intraorganísmica", que nos orienta ya hacia el marco que necesitamos para comprender los procesos mentales como basados también en la selección natural.

Alberto: De acuerdo.

Claudio: Edelman ha explotado el sistema inmunológico como analogía del cerebro. Para entender esta explicación debemos hacer referencia a algunos hechos de la macroevolución. La diferencia principal que nos aleja de nuestros primos más cercanos en el árbol de los primates, los chimpancés, es el hecho de que nuestra corteza cerebral es cuatro veces más extensa. Nuestra corteza extra, con la excepción de algunas zonas[7] que se han identificado con la producción o comprensión del lenguaje, parece estar vacante. Son las famosas "regiones asociativas", como se las llamó en el siglo pasado. Esta falta de asignación a un propósito motor o relacionado con la sensibilidad (en el caso del chimpancé y los otros mamíferos, prácticamente todas las zonas del cerebros están asignadas a una de estas dos clases de funciones) ha dado origen a la popular leyenda de que ningún ser humano ocupa más de una fracción de su cerebro. Lo correcto, desde luego, es decir que no ocupamos la mayor parte de la corteza cerebral en las funciones motoras o de la sensibilidad, como nuestros hermanos los otros mamíferos. Pero las partes supuestamente vacantes las ocupamos constantemente en las funciones de planeamiento de nuestros movimientos o en la interpretación o anticipación de nuestras percepciones. La tesis de Edelman, cada vez más aceptada por otros neurólogos y neurofilósofos, estima que esas actividades de planeamiento e interpretación se producen en las zonas asociativas de la corteza precisamente bajo la forma de procesos de tipo genético. Es decir, aquí las neuronas se organizan en configuraciones que se reproducen, a inmensa velocidad, en otras partes de esa misma corteza, entre las cuales se realiza una selección de las "más aptas".

Alberto: A la manera de lo que ocurre con los anticuerpos.

Claudio: Exactamente. Excepto que aquí no se trata de prepararse para contener un invasor, sino que las configuraciones que van mutando evolutivamente son candidatos a solución de problemas particulares, sean estos problemas de interpretación de los datos de la sensibilidad o de anticipación de una actividad motora, o bien problemas no directamente ligados a ninguna de estas dos funciones sino de carácter estrictamente simbólico.

Alberto: ¿De qué modo lo hacen? ¿Como conexiones neuronales?

Claudio: Los replicadores en este caso son configuraciones o patrones neuronales, es decir alianzas de muchísimas neuronas que se conectan entre sí. Es una bellísima confirmación de la teoría darvinista en un terreno diferente a la evolución de las especies, que se da, no solo en un campo intraorganísmico –como en el caso del sistema inmunológico– sino también en el campo intelectual o racional, con lo que aclaran de paso la tremenda incógnita del origen de la inteligencia. Esto explica la racionalidad del científico, que necesitábamos como necesario postulado para explicar la generación de la ciencia por el mecanismo darvinista implicado en la filosofía de la ciencia de Karl Popper. Lo cual explica a su vez la formación de ese conocimiento razonablemente seguro que requiere de la libertad para desarrollarse y que al mismo tiempo la limita en la medida en que se va constituyendo.

Alberto: Con lo que cerramos el círculo.

Claudio: Como remate de este largo argumento, y para volver a tu tesis de la libertad basada en la ignorancia, o falta de conocimiento, podemos ver el sistema económico como uno de muchos sistemas darvinistas que se interpenetran recíprocamente, apoyándose y limitándose entre sí. En particular vemos que la ciencia –un sistema evolutivo en que la unidad replicadora es mayor que el organismo individual–, en la medida en que logre captar la confianza de la sociedad, se presenta como una alternativa a la libertad en la acción política. También la racionalidad estrictamente entendida, el pensamiento concreto de un ser humano un sistema evolutivo en que la unidad replicadora es menor que el organismo individual , en la medida en que logre captar esa misma confianza, puede presentarse como recomendación válida en la solución de problemas concretos. Esta última alternativa es, por ejemplo, a la que tenemos que apelar dentro de la organización de una empresa, cuyos líderes deben solucionar problemas concretos de producción, de control de calidad, de mercadeo, etc.

Alberto: Aunque también aquí se desarrollan en estos tiempo varios esquemas de administración no autoritarios, ellos mismos de inspiración liberal y darvinista.

Claudio: De acuerdo. Y no es sola la empresa la que puede usar esos métodos racionales; el Estado o la sociedad civil (por medio de organizaciones no gubernamentales, por ejemplo) pueden recurrir a ellos para solucionar problemas apremiantes –como la pobreza extrema– que, por su especial naturaleza, no puedan ser resueltos en un marco de tiempo adecuado por los mecanismos del mercado.

Alberto: Esa es mi posición. Lo único que exige es un orden de libertad, no importa qué se haga, cuánto se haga, cómo se haga (lo que busca no es que no se hagan cosas, "dejad hacer" no es "no hagáis"); es que el que haga algo lo haga de tal manera que no amarre a los demás, de modo que los otros puedan también hacer. La analogía con el cerebro, tal como describiste su acción, es muy iluminadora: una zona neuronal no debe impedir a las otras zonas neuronales que creen sus propias configuraciones, de cuya contrastación con las otras disponibles deberá salir la respuesta correcta del cerebro a las necesidades del organismo de cada momento. El que quiera hacer que haga. Solo prohibimos que alguien prohiba a los otros hacer. Las zonas atribuidas o "vaciadas en concreto" deben ser excepcionales, y solo en aquello claramente conocido "más allá de toda duda razonable".

Claudio: Entre las asignaciones "vaciadas en concreto" en el cerebro está, por ejemplo, el lóbulo occipital en relación con la función visual. Sin embargo, en el caso de un niño ciego, las funciones sensoriales auditivas pueden, durante el desarrollo, apoderarse de esas neuronas normalmente atribuidas a la vista.

Alberto: Igual sucede en lo social: si el Gobierno no puede prestar seguridad o servicios de correo, aparecen empresas de seguridad o correo de carácter privado.

Claudio: O la INTERNET reemplaza a las estructuras de las compañías telefónicas nacionalizadas o monopólicas. Una "autopista electrónica" que por cierto nació y se desarrolló espontáneamente, por la acción y concurso de muchas acciones de individuos particulares, y que algunos creemos puede llegar algún día a sustituir tanto a los gobiernos como a los políticos. Pero esto sería definitivamente materia para otro diálogo.


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[1] Malthus (quien murió en 1834) quizás ni haya conocido la "nueva geología" cuando elaboró su teoría de la selección en las poblaciones humanas; Lyell, el contestatario de la teoría geológica catastrófica (equivalente al creacionismo en biología) publica su obra Elementos de Geología, hasta 1830. El Ensayo sobre los Principios de la Población de Malthus es de 1798. [Alberto].
[2] Este es el período en que la teoría de la evolución viene en retroceso. La teoría vuelve a resucitar como en 1890. [Claudio].
[3] El fundamento de mi escaso "respeto" por la racionalidad no proviene de que la considere superflua, todo lo contrario. Dimana de que no creo que existan soluciones racionales, sino que todas son "racionalizaciones", es decir, apariencias de solución del problema por la vía racional, pero posibles de aplicar sólo cuando previamente ha sido resuelto por tanteo. El principio de falsificación de las teorías científicas, en fin de cuentas, quiere decir que el tanteo es supremo y la teoría sólo provisional. [Alberto].
[4] Daniel Dennett escribe que la selección natural es un proceso que tiene todas las características de un algoritmo, a saber:
  1. neutralidad de material - su naturaleza es eminentemente formal;
  2. comportamiento ciego o mecánico.
  3. garantía de éxito.
De hecho, la selección natural es un proceso totalmente homólogo al algoritmo de generar y escoger, muy usado en la disciplina informática de la inteligencia artificial. [Claudio].
[5] Creo peligroso, muy peligroso, prohibir la enseñanza de la heterodoxia; fácilmente se cae en el fanatismo. [Alberto].
[6] A. Lowe, On Economic Knowledge: Toward a Science of Pollitical Economics (New York: Harper &aamp; Row, 1965).
[7] Existe bastante variabilidad en la localización de esas zonas en individuos particulares (con relación a género y a número de lenguajes naturales que se dominan, entre otros accidentes), lo que demuestra que todavía la evolución no las ha vaciado en concreto. [Claudio].


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Alberto Di Mare: Cofundador, Ex-Canciller, Cuestor, Director Ejecutivo, Benefactor, Doctor Honoris Causa y Catedrático de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA); Deán, Ex-Maestrescuela y Tutor de la carrera de Economía en el Stvdivm Generale Costarricense de esa Universidad. Antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica, Ministro de Planificación (1966-1968), Director del Banco Central de Costa Rica (1968-1970). Ex-Presidente de la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) y de La Academia de Centroamérica. Columnista de La Nación, escritor de innumerables artículos. Miembro de la Sociedad Montpèlerin. Nació en 1931, está casado con Annemarie Hering, 4 hijos, 4 nietos.

[mailto] Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>

Claudio Guitérrez: junto con Rodrigo Facio, Enrique Macaya y José Joaquín Trejos participó en la reforma universitaria de la Universidad de Costa Rica en los años cincuentas, posteriormente fue Decano, Vicerrector y Rector de esa Universidad en la que fue catedrático de filosofía e informática. Es doctor en filosofía de la ciencia por la Universidad de Chicago, y licenciado en leyes y en historia por la Universidad de Costa Rica. De 1981 a 1995 fue profesor, invitado y de planta, en varias Universidades norteamericanas y director del departamento de Computer and Information en la Universidad de Delaware, fellow de la fundación Guggenheim. Pionero en la introducción de nuevas ideas filosóficas y científicas en nuestro medio: existencialismo en los 50s, lógica moderna en los 60s, actualmente se dedica a la neurofilosofía. Autor o coautor de nueve libros, entre ellos Teoría de Método (1971), Nueve ensayos epistemológicos (1982), Computers, Ethics and Society (1987), La sociedad computerizada (1990), y Epistemología de la Informática (1993).

[mailto] Claudio Guitérrez <claudiog@cariari.ucr.ac.cr>


Acerca de este documento [<>] [\/] [/\]

Referencia: Di Mare, Alberto & Guitérrez, Claudio: Sobre la libertad -diálogo interdisciplinario-, Revista Acta Académica, Universidad Autónoma de Centro América, Número 18, pp [199­209], ISSN 1017­7507, Mayo 1996.
Internet: http://www.di-mare.com/alberto/p/admcgc.htm
http://www.uaca.ac.cr/acta/1996may/admcgc.htm
http://cariari.ucr.ac.cr/~claudiog/
Autor: Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>
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Revisión: UACA, Enero 1998
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