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¡No perjurarás!

Alberto Di Mare
<alberto@di-mare.com>
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      El reciente decreto sobre autorización trae a muchos sobre ascuas. Pero, como suele suceder en estas cosas, lo que se discute no es lo principal, sino que nos vamos por los cerros de Úbeda, tomando el rábano por las hojas.

      Evidentemente existen situaciones que hacen ineludible la esterilización; pero de eso a trivializarla, a suponer la existencia de un pretendido derecho a hacer lo que plazca del propio cuerpo por ser mío, hay mucho trecho, pues la existencia de un derecho de propiedad no puede implicar la amoralidad en el uso y disfrute de lo que se posea.

      Aparte de la falta de moralidad en el actuar del paciente, la nueva normativa empeora las cosas al permitir el actuar arbitrario, inconsulto, pero vinculante para el médico, al que el cliente obligaría a ser perjuro, a conculcar principios, sin la condicionalidad de lograr un bien mayor; y este es el punto crucial, evitar la posibilidad de médicos perjuros, que alegremente este decreto promueve.

      El quid del asunto está en que la esterilización es un daño importante, a menudo irreversible, que no puede llevarse a cabo sin la colaboración de otro, usualmente un médico, quien al hacerlo incurre en culpa moralmente grave, por ello elevada a delito tipificado, el de lesiones gravísimas (artículo 124 del Código Penal), del que no puede ser exonerado por un decreto.

      Tres graves consecuencias: Lo que pretende el decreto, mírese como se mire, es cohonestar a médicos perjuros. Y eso ni se puede, ni se debe.

      Si esto es correcto implicaría tres consecuencias: que no tengo derecho a exigirle al médico que me asista; que no tengo derecho a que el asegurador (privado o social) cargue con los costos; y que el médico, a pesar del salvoconducto oficial, no quedará exonerado de culpa si emplea su arte para dañar, en lugar de para curar (lograr un bien mayor).

      Dimensionemos adecuadamente esta discusión; se trata de un intento de poner a una categoría profesional por encima de la ley y la conciencia, de cohonestar la traición a una ética profesional específica y rigurosa, gravedad y rectitudes propias, como de rigor, del gremio al que encomendamos (atenidos a su rectitud moral) nuestras vidas, el cual -por eso mismo- debe comportarse "como si fueran dioses".

      El nuevo decreto, en este punto que es el crucial, es, además, chapucero, porque deroga otro que minuciosamente establecía los procedimientos para determinar cuándo se lograría un bien mayor que justificara el daño de esterilizar; pero el de marras se va por la libre... y con ello el galeno quedará desamparado, aunque se crea exonerado.

 


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Alberto Di Mare: Cofundador, Ex-Canciller, Cuestor, Director Ejecutivo, Benefactor, Doctor Honoris Causa y Catedrático de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA); Deán, Ex-Maestrescuela y Tutor de la carrera de Economía en el Stvdivm Generale Costarricense de esa Universidad. Antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica, Ministro de Planificación (1966-1968), Director del Banco Central de Costa Rica (1968-1970). Ex-Presidente de la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) y de La Academia de Centroamérica. Columnista de La Nación, escritor de innumerables artículos. Miembro de la Sociedad Montpèlerin. Nació en 1931, está casado con Annemarie Hering, 4 hijos, 4 nietos.

 

[mailto] Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>

 


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Referencia: Di Mare, Alberto: ¡No perjurarás!, Periódico La Nación, Página 15, jueves 24 de julio de 1999.
Internet: http://www.di-mare.com/alberto/p/19990724.htm
http://www.nacion.co.cr/ln_ee/1999/julio/24/opinion4.html
Autor: Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>
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