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Jesús, el hombre

Alberto Di Mare
<alberto@di-mare.com>
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      Hoy, diez años después, discutimos nuevamente del filme La última tentación de Cristo. Difícilmente habrá debate, pues la lentitud del procedimiento judicial ha erosionado el valor comercial de la película, la que no veremos, teniendo que hablar de oídas; pese al peligro de error que eso implica, no quiero dejar pasar la ocasión sin hacer algunas observaciones sobre la personalidad de Cristo, sobre su sujeción a la tentación, a todas las tentaciones, como cualquiera de nosotros.

      Algunos prefieren un Cristo Super Star, diferente a los hombres, una especie de titán, un ínclito superhombre, sin percatarse de que, si así fuera Cristo, poco tendría que ver con nosotros, pues sus logros estarían fuera de nuestras posibilidades y sería vana la pretensión cristiana de imitar a Cristo, de vivir nuestra vida como la vivió Él; e impensable nuestra obligación de hacerlo, de tenerlo por modelo, precisamente porque es posible lograrlo, y lo es porque un Cristo bullían todas las debilidades que nos atormentan, ya que él fue "probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Hebreos 4, 15).

      Lo llamamos Maestro. Además, si prohibiéramos obras como la de Kazantzakis, por no aparecer en ellas el prototipo del Cristo-titán, se "irían en la tira", por lo menos, Mateo, Marcos, Lucas y Pablo, quienes nos narran con pelos y señales las tentaciones de Jesús. Pues Nuestro Señor fue, como nosotros, un hombre preso de temores de muerte, de agonías que le hacían sudar sangre. Y esta concepción del Hijo del Hombre es esencial para el cristianismo, porque mientras Él sea uno de nosotros, podremos ser como él, con sólo vivir la unión con el Padre tan intensamente como Él. Por eso le llamamos Maestro, y lo es en y por su humanidad. En tanto que la disminuyamos, lo disminuimos.

      Igualmente estaríamos alienados del ideal de santidad, si la divinidad en Cristo fuera tan preeminente, que su humanidad resultara un especie de fantasma, consecuentemente la iglesia cristiana consideró herejía afirmar que la humanidad de Jesús estuviera completamente transformada por su divinidad y sujeta a la deidad hasta eliminar el libre albeldrío del Jesús-hombre porque si así fuera nos sería radicalmente ajeno, al no "estar Él también envuelto en la flaqueza" (Hebreos 5,2). La ortodoxia siempre ha mantenido que Jesús es hombre como nosotros, en todo, excepto en el pecado.

      Escamotear significado. Algunos cristianos, más piadosos de la cuenta a mi modo de ver, consideran que una conducta cristiana, la imitación de Cristo, no es posible sin y por la gracia divina; escamotean así lo que la encarnación de Cristo significa; creo que se equivocan y que aunque sea verdad que ningún acto humano puede tener valor de salvación sin y por la gracia divina, ello no implica que la voluntad natural, por estar --pretendidamente-- corrompida por el pecado original, no pueda de suyo llegar a la perfección cristiana, o, dicho de otro modo, que los valores del cristianismo sean exclusivos de los cristianos, cuando de ellos es exclusiva la salvación consecuente, pero no necesariamente el logro de la rectitud.

      Por otra parte, todo artista tiene derechos a plantearse las tentaciones de Jesús, tanto las reales, embelleciendo la historia, como las hipotéticas; consecuentemente nuestros censores oficiales de otrora fueron más papistas que el papa, y en lugar de defendernos probablemente nos perjudicaron. Afortunadamente, como siempre sucede ("no hay bien que por mal no venga") la pretensión maligna ha servido para un bien mayor (aunque una década después) pues su desafuero ha hecho patente, reforzándolo, el fuero de libertad que poseemos y del que pretendían despojarnos.

 


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Acerca del autor [<>] [\/] [/\]

Alberto Di Mare: Cofundador, Ex-Canciller, Cuestor, Director Ejecutivo, Benefactor, Doctor Honoris Causa y Catedrático de la Universidad Autónoma de Centro América (UACA); Deán, Ex-Maestrescuela y Tutor de la carrera de Economía en el Stvdivm Generale Costarricense de esa Universidad. Antiguo profesor de la Universidad de Costa Rica, Ministro de Planificación (1966-1968), Director del Banco Central de Costa Rica (1968-1970). Ex-Presidente de la Asociación Nacional de Fomento Económico (ANFE) y de La Academia de Centroamérica. Columnista de La Nación, escritor de innumerables artículos. Miembro de la Sociedad Montpèlerin. Nació en 1931, está casado con Annemarie Hering, 4 hijos, 4 nietos.

 

[mailto] Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>

 


Acerca de este documento [<>] [\/] [/\]

Referencia: Di Mare, Alberto: Jesús, el hombre, Periódico La Nación, Página 15, sábado 14 de agosto de 1999.
Internet: http://www.di-mare.com/alberto/p/19990814.htm
http://www.nacion.co.cr/ln_ee/1999/agosto/14/opinion4.html
Autor: Alberto Di Mare <alberto@di-mare.com>
Contacto: Apdo 4249-1000, San José Costa Rica
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Revisión: Agosto 1999.
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